Llega la mañana: la creación despierta. El firmamento empieza a vestirse de luz y en pinceladas de colores ilumina los ojos que hace poco se abrieron curiosos y frescos; pronto asoma el disco gigante que irriga calor y brillo como vestidura de vitalidad y belleza.
Las ramas de un pequeño árbol empiezan a temblar y pronto asoma su esbelto cuerpo un pequeño pajarillo, casi siempre un cucarachero familiar que lanza sonoro su trino mañanero. Parece el toque de Diana para despertar la creación. Pronto se unen otras aves que con sus cantos interpretan una sinfonía cuyo director de orquesta sonriente es el Creador de todos.
Con asombro ante la apertura de la belleza matinal, desde la ventana veo abrirse una flor que destila color y aroma; pronto será visitada por el colibrí de raudo vuelo que se acerca para arrancar un poco de almíbar sabroso y perfumado; mirar de nuevo el firmamento es contemplar aves rompiendo los vientos con aleteos fuertes y elegantes: gallinazos, palomas, tórtolas, loros, garzas rítmicas, aguiluchos cazadores y pequeños pájaros de innumerables colores; parece que el arco iris se hubiese quebrado en mil pedazos.
La cordillera muestra su altiva variedad desde el blanco de la nieve hasta la diversa gama del verde; los árboles parecen danzar como penachos que saludan el nuevo día y a los habitantes de la tierra; el río corre dispuesto a dar su agua al campesino para que riegue sus campos y la bandeja de sus eras ofrezca los frutos y hortalizas que llenan las mesas y alimentarán a miles haciendo realidad el “danos, Señor, el pan de cada día”.
Al mirar la calle detallamos el caminar preciso del hombre y la mujer que van a su trabajo junto al caminar juguetón y rápido de los estudiantes que con sus cuadernos acuden a llenar sus mentes de sorbos de sabiduría que alimentará el futuro y darán apertura al trabajo.
La creación ha despertado otro nuevo día: espectacular, hermosa, regalando luces, sonidos y figuras que escriben el mensaje seguro que invita a retomar la vida, a abrirse a la esperanza, a empaparse de optimismo; los templos, las calles, las oficinas, las aulas escolares, los campos deportivos se llenan de pasos y voces que se abren al futuro, que se niegan a estancarse en la amargura, el odio, la pereza o la indiferencia que paraliza cuerpo y espíritu.
¿Y yo?: despierto o continúo en la penumbra del desaliento, la rabia, la venganza, la violencia, el vicio que amarra el vuelo ascendente?; la mañana se abre a mi existencia como llamado a la apertura de la verdad, la belleza, la bondad, el abrazo de Dios en el viento mañanero y la voz amorosa que me anota que le intereso, que se alegra por mi vida, que me quiere, me espera y me extraña.
A quién daré en este nuevo día el saludo cariñoso, la mirada amable, la sonrisa dulce, la palabra sabia, la misericordia, la ternura, el cuidado sutil y afectuoso. A quién le haré saber que Dios le ama, que yo le amo, que existe el perdón, la oración, la virtud, la fe; hoy es día de apertura al esplendor.
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