Espero que cuando sea publicada la columna, ya se haya producido el retorno del general Rubén Darío Alzate, sus acompañantes la doctora Gloria Alcira Urrego Pava, el cabo primero Jorge Rodríguez, y los soldados retenidos en Tame, Arauca: Jonathan Andrés Díaz Franco y César Rivera Capela. “No queremos seguir pariendo hijos e hijas para la guerra” dicen las mujeres víctimas de este conflicto, y es el lema de la Ruta Pacífica, organización de mujeres que en territorios de guerra trabaja con mujeres que construyen paz, y que el pasado 19 de noviembre recibió el Premio Nacional de Paz.
La semana pasada se cumplieron dos años de diálogos en La Habana que buscan construir un país sin conflicto armado. Con la guerra, el artículo 11 de la Constitución: “el derecho a la vida es inviolable, no habrá pena de muerte” y el artículo 22 “la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento” no se ha tenido pleno desarrollo.
El apoyo al proceso de paz debe ser radical, sin titubeos. La paz, ética y constitucionalmente, es un bien superior. Este mandato no se puede olvidar. Bien lo decía la madre de Jonathan Andrés Díaz Franco, el soldado de 22 años retenido en Arauca, “[mi hijo] ha tratado de que la paz se restablezca”. Muchos jóvenes, soldados de las bases militares y combatientes de la guerrilla no quieren más fuego cruzado, sueñan con un país donde se cambien balas por lápices.
A los enemigos, ya no soterrados, de la paz, les cuento que en estos dos años de diálogos en La Habana sí ha existido un desescalamiento del conflicto, hay vidas que se han salvado. El mandato: “Primero la vida, no más guerra”, se ha ido cumpliendo de manera gradual.
Los datos reflejan que una Colombia en paz es posible. En el mes de diciembre de 2013 con la tregua navideña de las Farc-ep los homicidios cometidos por la guerrilla bajaron en un 65% -datos del Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto -CERAC-. Ese desescalamiento de la muerte y de la guerra avanza y debemos reconocerlo. Solo esta cifra justificaría que el diálogo debe seguir y que los enemigos ya no soterrados de la paz, poco a poco se quedan sin argumentos para boicotear el proceso de paz.
Desde que empezaron los diálogos en 2012, según datos del Ministerio de Defensa los secuestros han decrecido 6 veces, pasando de 305 a 45; de agosto de 2011 a agosto de 2014 las muertes de integrantes de grupos al margen de la ley han bajado casi a la mitad; las muertes de miembros de las Fuerzas Militares también bajaron a la mitad. ¡Se han salvado muchas vidas!
Según la Fundación Paz y Reconciliación: “El mes de enero de 2012 fue uno de los más violentos en años, y el de 2013 uno de los de menos actividad armada”. Iniciar las conversaciones parece haber tenido un impacto en vidas salvadas.
Por otro lado, no hay que olvidar que la guerra golpea directamente a las mujeres. Según la Casa de la Mujer y Oxfam en los últimos 10 años el conflicto armado ha dejado más de medio millón de mujeres víctimas de violencia sexual (aborto forzado, esterilización forzada, desnudez forzada, violación, acoso sexual, prostitución forzada). Este conflicto toma el cuerpo de las mujeres como el primer territorio para librar la guerra. Según la Unidad de Atención a Víctima a noviembre de 2014 se han identificado 7.028.776 de víctimas del conflicto armado, la mitad son mujeres y el 70% mujeres, niñas, niños y adolescentes. Las masacres -2.087- perpetradas especialmente por paramilitares han dejado casi 9.509 muertos. En el país hay 6.044.151 desplazados. Estos datos son más que elocuentes para salir y defender la paz, en la calle, en las universidades, en el hogar y en todo espacio público y privado.
Termino con palabras del padre Francisco de Roux quien nos hace reflexionar sobre la urgencia de construir una Colombia en paz: “Estoy convencido de que la crisis colombiana es ante todo una crisis de espíritu. Una crisis que nos ha vaciado de sentido (…) Personalmente, me ha hecho sentido entender esta crisis del espíritu como una crisis de dignidad humana”. Esta crisis de espiritualidad y dignidad nos afecta a todas y todos. Por todo ello, primero la vida.
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