Parece un cuento de niños, pero todo en el universo está interrelacionado: necesitamos del verde, los árboles, las montañas, los ríos, los mares... todos los seres vivos que habitamos la tierra necesitamos los unos de los otros para sobrevivir, en una interdependencia casi mágica que nos hemos dado a la tarea de minar, destruir y eliminar...
En el contexto que hoy nos ocupa de la conmemoración del Día Internacional de los Derechos de las Mujeres y del Día Mundial del Agua, quisiera destacar el llamado de atención del ecofeminismo sobre la potente relación entre la ecología y el femimismo. La ecología plantea básicamente la protección de los fundamentos ecológicos de nuestra supervivencia; el feminismo nos cuestiona sobre las desigualdades entre quienes hacemos parte de la misma especie; el ecofeminismo es el encuentro de estas dos maneras de abordar la realidad y base y filosofía de toda sociedad sostenible y sustentable que debería hacer parte de nuestra manera de vivir y relacionarnos con los demás y con nuestro entorno.
En un mundo amenazado por la sequía y el cambio climático quisiera compartir aquí las reflexiones que trabajamos por estos días en el Congreso de la República a propósito de la Audiencia Pública Gestión Comunitaria del Agua, en la cual cerca de 300 líderes de Bogotá, Cundinamarca, Valle del Cauca, Antioquia, Caribe, Nariño, Meta y Boyacá, nos juntamos para trabajar sobre la problemática de más de 11 mil gestoras y gestores de acueductos comunitarios que han asumido la tarea que el Estado, ausente y negligente, no brinda para la prestación de este servicio vital para la gente en el campo y en algunas ciudades.
Cerca de once mil personas se han organizado como prestadores del servicio de acueductos comunitarios para proveer el suministro de agua a comunidades marginadas, pero además se han dado a la tarea de defender y cuidar las fuentes de agua: ríos, quebradas y cuencas; lo que contribuye al cuidado del ambiente a partir de la autogestión del agua, la organización del trabajo solidario en las comunidades, la solución concertada de conflictos y la apropiación armónica del territorio.
En muchos lugares apartados del país, abandonados de la mano del Estado, donde sobreviven miles de personas a la pobreza y a la guerra, funcionan estos acueductos comunitarios que compiten con la minería legal, ilegal, los riegos en plantaciones extensas, las grandes extensiones de tierra para el ganado y la desviación de nuestros ríos para la construcción de hidroeléctricas, en tiempos donde empieza a disminuir en Colombia y en el mundo entero la abundancia pluviosa e hidroeléctrica.
Es urgente llamar la atención acerca de lo que pasa con este precioso líquido, que nos traen en botellitas contramarcadas y costosas desde muy lejos y del cual depende la vida y la sostenibilidad de la especie humana, el ambiente y todos los seres vivos. El agua no solo hace parte de nuestro ser vital sino que es esencial para la supervivencia del planeta, nuestra salud, bienestar. La soberanía alimentaria y energética dependen de ella y aún no somos conscientes de que escasea y en el futuro podrá ser más costosa que el mismo petróleo.
El impacto de lo que ocurre sobre la vida de las mujeres y los niños es devastador. Cifras de Unicef para 2015 indican que en el mundo cada día más de mil niños mueren por causa de enfermedades asociadas a la falta de agua potable y 750 millones de personas tienen serios problemas para acceder al preciado líquido. Solo para citar un ejemplo en Colombia, particularmente en La Guajira, la gente muere de hambre y sed, sobre todo menores de edad y mujeres jóvenes, a causa de la falta de acceso a agua potable.
De acuerdo con el DANE (2011) la cobertura del servicio de acueducto en las zonas rurales apenas llega a la mitad de la población: 56,3%. En La Guajira, la falta de agua golpea a casi todo el departamento: El 90% de la población no cuenta con agua potable. En la Alta y media Guajira, la cobertura de acueducto y alcantarillado apenas cubre el 5,3% de la población. Hace apenas unos días, la Defensoría del Pueblo denunció que “en siete municipios del país el agua no es apta para el consumo humano, lo que afecta a 214 mil personas”.
Siguiendo con lo anterior, 4.171 niños murieron en un lapso de seis años entre 2008 y 2013: 278 por desnutrición, 2.691 por enfermedades prevenibles asociadas a la desnutrición y 1.202 muertes fetales, o sea niños que no alcanzaron a nacer. Lo anterior, significa que en esos años, dos niños murieron cada día por hambre, sed, pobreza y abandono, en un departamento como La Guajira que es extremadamente rico debido a sus recursos naturales y nutrida biodiversidad.
En un departamento donde la gente muere de sed, el desvío de 26 kilómetros del Río Ranchería que prácticamente atraviesa toda La Guajira, el cual se hizo en tiempos del gobierno de Álvaro Uribe Vélez para favorecer a unos cuantos, ha sido una de las causas de las muertes que hoy en día se denuncian, como si esto no hubiera sido advertido hace años por los pueblos indígenas que habitan esta región.
La gestión comunitaria del agua es una expresión del ecofeminismo que debería hacer parte de la gestión territorial tan necesaria para construir colectivamente la opción de la paz en las regiones, que recoja de manera creativa la riqueza étnica, cultural, que respete la biodiversidad y el ambiente y que privilegie el cuidado del agua no solo como un derecho fundamental, sino como el elemento esencial para la preservación de la vida, en Colombia y en el mundo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015