Desde tiempos inmemoriales la figura del profesor ha sido fundamental y tenido infinidad de análisis. El tema es crucial por cuanto los autodidactas en la educación superior son una rareza y no es fácil, imposible tampoco, obtener un título por el mecanismo de la suficiencia.
Las universidades son necesarias, aunque no únicas, para formar a los futuros profesionales. En ellas se encuentran los docentes con quienes los estudiantes cursan los estudios, debidamente aprobados, que los facultan para ejercer una profesión u oficio.
La presencia de los docentes es obligatoria, a pesar de toda la tecnología que existe, y entre más estrategias se utilicen para lograr una información actualizada se hace necesario tener más profesores competentes.
Un artículo de Julián López de Mesa Samudio aparecido en El Espectador el pasado 3 de diciembre, en su columna Atalaya, muestra una fotografía de una pancarta aparecida en las redes sociales. El cartel probablemente fue ubicado al frente de la prestigiosa Universidad de los Andes y dice: Tenemos 406 profesores con doctorado. (No sabemos si son buenos profesores). Pero tienen doctorado.
Lo anotado es de gran trascendencia, porque es indiscutible que los docentes son un pilar fundamental, existen otros, pero este es imprescindible en una buena universidad. La Universidad de los Andes, indudablemente es una institución de características sobresalientes, dando fe de ello constantemente sus investigaciones, proyecciones sociales y egresados.
Si se indaga en la Universidad de los Andes si sus doctores son buenos profesores, la pregunta debe extenderse: ¿Qué sucederá en las otras universidades tanto estales como privadas? Las respuestas las tienen sus directivos y la sociedad, pero como lo dice el artículo de la referencia, los estudiantes son los mejores evaluadores del acto docente.
Sin embargo, los estudiantes no deben tener toda la fuerza de la evaluación docente, hay otros factores que deben ser analizados sin la simpleza de una valoración mecánica, sin la interferencia del compadrazgo o el juzgamiento automático, porque el bueno o el malo no siempre lo serán. Hay que diseñar instrumentos altamente técnicos para que los egresados, recientes y antiguos, valoren a sus profesores y aparecerá más de una sorpresa.
Ser docente universitario excelente en todas sus dimensiones no es fácil, es una labor ética, que lo dice todo, a través del tiempo.
El docente debe dejar una estela a similitud de su descendencia. Los estudiantes son hijos de formación de sus profesores y la meta, irreductible, de quienes han sido los discípulos debe estar plantada para superar a sus docentes. Si ello se logra, el educador ha triunfado, eso es lo que vale.
Cada vez más las universidades tienen urgencia, bien o mal entendida, de contar con más doctores. Puede decirse que sin una planeación adecuada a corto y largo plazo. Doctores sin límite y sin una definida necesidad de la universidad, o de la sociedad, son de común observancia y se constituyen en una pérdida, antes que una ganancia, para la institución, pero son de provecho parcial para el doctor.
Doctores en la formación de estudiantes de pregrado, para doblegarse a esta definición, son útiles en grado restringido. La docencia, en su mayor parte, la deben hacer profesores con títulos de magíster, licenciatura o especialidad, o simples profesionales con gran trayectoria en sus labores docentes, por decir lo menos.
Los doctores deben estar en actividades para las cuales han sido patrocinados, supuestamente formados, y totalmente instruidos. El camino, no deben tener otro, es pensar, investigar y producir, si quieren ser consecuentes con su nivel académico. ¡Por qué tan difícil!
Para completar el panorama, el domingo anterior en UN Periódico de la Universidad Nacional de Colombia, apareció un trabajo: La factoría doctoral no despega, escrito por Orlando Acosta y Jorge Celis, con dos afirmaciones demoledoras: Muchos de los doctores en Colombia se forman en un ambiente que denominan parroquial y en medio de la endogamia académica. ¡Complicado!
Nota: Esta columna dejará de aparecer temporalmente.
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