La historia del humor en el país ha tenido diferentes orígenes, generadores e intérpretes que han llenado la vida de solaz de los colombianos en diversas épocas. Nombres como Campitos, Los Tolimenses, Guillermo Zuluaga -Montecristo-, Herbert Castro y los que más recientemente llenan horas de emisión radial, televisiva o congregan a cientos en los recintos abiertos o cerrados, no son extraños. Inclusive, son reconocidos varios extranjeros que han sido capaces de hacer reír, aplaudir, comentar y remedar sus actuaciones.
De lo ramplón a lo delicado, desde lo evidente hasta lo sutil, desde lo permanente a través del día hasta lo ocasional, desde lo rechazado hasta lo apetecido, han sido connotaciones de quienes se congregan alrededor del chiste, ya sea como actor o simplemente pasivo de quien frunce la faz, se sonríe o mediante carcajada, demuestra el efecto de la ocurrencia.
Ya los bufones eran importantes en las cortes del planeta. Aún hoy algunos se encuentran enclavados en la vida de varias naciones, a pesar de los gobernantes, salvo que ellos mismos sean los payasos.
La muerte de Daniel Rabinovich, 71 años, integrante del grupo argentino Les Luthiers, sirve para recordar las geniales presentaciones de estos músicos, creadores e intérpretes de sus propios instrumentos, que han llenado espacios con alegría fina que hace meditar y desear ver u oír de nuevo la actuación, porque cada vez se hallan variables que pudieron pasar desapercibidas. Vestidos impecablemente de etiqueta -corbata negra- como es su humor.
La historia de Les Luthiers se aproxima a 50 años, desde su incursión universitaria, pero sus presentaciones siguen siendo frescas y universales en los países de habla española. Se han escrito varios libros sobre el conjunto, entre ellos se encuentra el de Daniel Samper Pizano. Cada integrante tiene su especialidad instrumental y posicional en el desarrollo de las obras partiendo de las fabulosas actuaciones de Marcos Mundstock en el inicio y desarrollo de las obras.
Daniel tuvo diferentes papeles en las presentaciones. Desde una actuación integrada al grupo en donde no destaca, salvo por pequeñas frases repetitivas y explosivas hasta aquellas en las cuales se va notando más su tarea. Las estrofas de Rabinovich en Perdónala, son sencillas pero no exentas de seria picardía. Allí Carlos Núñez hace una actuación magistral.
Luego viene la lectura de una carta, monólogo, en donde exhibe unas cualidades histriónicas de marca elevada, que comienza con su paso en la penumbra del escenario y luego poco a poco enreda las frases que tiene que releer y recomponer para ser entendida. De ella: En los más prestricrio….-lee varias palabras sin precisar, foros internacionales para terminar con los más famosos… y el fin es fenomenal.
La Comisión, es otra presentación que verdaderamente muestra a lo que un dictador puede llegar cuando forma un dúo, para recomponer el himno nacional y hacen un acto junto a Carlos Núñez, que hace de compositor. Marcos y Daniel, le insinúan -es un decir- que el nombre del presidente que encarga la obra debe quedar allí. Superior.
El diálogo entre Marcos y Daniel sobre Shakespeare, especialmente sobre Otelo, es de una especial connotación por cuanto es entendible para todos, aún sin leer al escritor inglés. En ambos, los gestos, ademanes, frases e inflexiones de la voz son pletóricas de humor.
En Lutherapia, se encuentra un fragmento en donde Marcos hace de psiquiatra y Daniel de paciente. Es verdaderamente espléndido este otro acto en donde se dan por entendidos algunas frases derivadas del interrogatorio y en otras hay verdadera confusión. Es una sesión de terapia no de fotos.
Mundstock y Rabinovich interpretan a dos hombres de radio que hacen un programa denominado Radio Tertulia. De ellos existen muchos de calidad discutible, pero tienen una serie de comentarios en donde intervienen los oyentes. Los apoyan con los remotos Carlos Núñez, Carlos López y Jorge Maronna. Admirable.
Podría decirse de Les Luthiers, del francés instrumentos musicales, que cualquier actuación del grupo genera una intensa emoción y una inolvidable sonrisa cuando se rememoran sus maneras en el escenario. Único.
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