Nada más bello en el orbe que la naturaleza en todas sus expresiones. Los seres humanos se maravillan con lo extraordinariamente grande así como con lo inmensamente pequeño, ¡vaya paradoja!
Cada día es una demostración asombrosa de lo que sucede atendiendo solamente a las leyes naturales, aun inescrutables para la mayoría. Por más que la ciencia haya avanzado en el descubrimiento de lo que existe, en especial de las causas y los efectos, todavía hay una gran brecha entre lo conocido y lo desconocido. No todo lo sabido lo es totalmente.
El avance incontenible de la civilización humana proporciona a cada instante elementos para ir construyendo lo que pretende favorecer a la especie, pero también hay intereses en la destrucción de los congéneres por razones diferentes, desmedidas o nimias. Todas provocan terror con solo enunciarlas, porque no se compadecen con la importancia y derechos humanos.
Entre las situaciones asombrosas, que escasamente son contempladas en vivo por el atafago cotidiano, está la metamorfosis. Investigada y difundida repetidamente, a través de los medios masivos de comunicación.
Al menos once definiciones de metamorfosis pueden ser identificadas en: Música, pintura, literatura y otras.
En biología el término es muy apropiado para denominar el cambio evolutivo, irreversible, de determinadas especies como las mariposas. Las nuevas fases avanzan segundo a segundo hasta convertirse en un espléndido espécimen que deslumbra a casi todos los humanos.
Con el esperado acto de la firma del acuerdo del cese de las acciones en la lucha entre el Estado y las conocidas Fuerzas Armadas Revolucionarias, se cumple lo que muchos han expresado desde hace muchos años, y fueron vilipendiados, en el sentido que no habría triunfo contundente en la lucha armada para terminar con una parte de la violencia y que solo el diálogo sincero, tolerante y constructivo proporcionaría el fin de las confrontaciones y toda la frenética actividad destructora de quienes han buscado la dirección de Estado u otros fines tan diversos como repudiables.
No es hora de ufanarse por las posiciones adoptadas en busca de acuerdos, solo existe la tranquilidad de haber estado en el sendero de la certeza. Lo importante es que se salvarán vidas, no importa cuántas porque una sola es de incalculable valor y se evitarán secuestros, violaciones, torturas, amenazas, desplazamientos, y, todo un listado espeluznante de infamias, hechos por unos y en represalia por otros. El regreso de los niños al seno de las familias o al cuidado del Estado sería primordial.
No hace muchos meses, la inmensa mayoría de los colombianos consideraba que la guerra era la única vía para lograr el fin del enfrentamiento con los grupos armados y despotricaban en contra de que existieran caminos alternativos.
Casi todos se fueron convenciendo que la finalización de los episodios agresivos de las fuerzas revolucionarias, quienes terminaron siendo artífices del mal, como otros que se igualaron a ellos, solo acabarían cuando conversaran frente a frente con representantes del Estado en donde las partes obtendrían logros y harían sacrificios. Se espera que retornen los insurrectos a la vida nacional, comenzando por la comunicación de la verdad (?), complementado con la socorrida justicia transicional. ¿Y el narcotráfico? ¿Y la corrupción?
Colombia debe, de inmediato, diseñar un verdadero plan a largo plazo para modificar sus estructuras sociales y económicas y así evitar la permanencia y aumento del insondable hueco que se ha querido llenar pero que la realidad, no las cifras de Estado, demuestra la gran exclusión de colombianos. Hoy el tema del postconflicto en su mayor parte es etéreo.
Han sufrido metamorfosis, venturosamente, quienes defendieron sin atenuantes la lucha y el fin de la vida sin atenuantes. Muerte o cárcel sin una pizca de piedad. Los combatientes tampoco tuvieron caridad en muchos episodios. El fin de la lucha fraterna se impone, vendrán decisiones difíciles, aceptarlas y ejecutarlas deberá ser labor de seres humanos de gran valor, no se necesitan doctores ni aprovechados política, militar o económicamente.
A todos estos últimos hay que espantarlos como a depredadores.
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