Muchos estudiantes con intenciones de obtener un título que los habilite para ejercer una profesión o un oficio tienen la ilusión de ser investigadores, desde antes de los primeros contactos con los centros de estudios superiores.
No siempre los deseos se cumplen, porque han entendido a través de la dura realidad, lo que sucede con aquellos que se dedican a investigar en un país como Colombia en donde a pesar de los esfuerzos que hacen el Estado, las instituciones de educación superior y otras que necesitan obtener patentes, los resultados no son mediáticos y comprenden que el investigador es una persona de especiales cualidades.
Otros van entrando en el mundo de la investigación, entendiendo lo que deben aportar mediante una dedicación intensa tanto en lo intelectual como en lo físico; lo que tienen que esperar de sus entidades y lo que podrían entregar a la sociedad a través de las instituciones que los vinculan.
A diferencia de investigadores como el reconocido Luis Pasteur, hoy la investigación científica de elevado nivel requiere el acompañamiento de un grupo humano de inmejorables calidades, iguales o casi al investigador principal; de una infraestructura locativa adecuada; de una tecnológica de avanzada; de recursos biológicos o físicos apropiados y debidamente evaluados; de mecanismos para obtener información más que actualizada; de medios apropiados de difusión de sus resultados totales o parciales, todo enmarcado en un respaldo financiero fuerte.
La investigación científica tiene valor en la medida que tenga credibilidad, contribuya a desarrollar otros procesos y lleve directa o indirectamente tanto a corto como a largo plazo bienestar a los integrantes de la sociedad.
La investigación científica puede ser patrocinada por instituciones privadas o estatales. Se pueden desarrollar proyectos en todas las áreas del conocimiento, desde medicamentos hasta vacunas, para humanos o animales, o métodos para el diagnóstico de enfermedades infecciosas o crónicas.
Los investigadores científicos buscan resultados que tengan impacto en el universo de la ciencia, y por este camino a la consolidación de su nombre o de la entidad que los alberga. Reiterando, los productos finales se traducen en artículos científicos o patentes.
Toda investigación científica debe ser reproducible para que tenga valor, utilizando exactamente los mismos procesos y elementos que anunció el investigador. Cuando esto no sucede, vienen toda clase de conjeturas que pueden terminar en un anuncio validado por otros investigadores que lo comunicado no se ajusta a la realidad, como ha sucedido con la producción de fármacos y vacunas.
Edward Jenner tuvo que demostrar la efectividad del proceso utilizado por él para inmunizar contra la viruela. Al principio muchos no le creyeron, lo rebatieron e instituciones, como la Academia, se apartaron de sus conceptos. Luego, la verdad se impuso y hoy se le debe la erradicación del flagelo.
Un artículo reciente, extenso y profundo, titulado: Un Manifiesto por una ciencia reproducible escrito por Marcus R. Munafò, Universidad de Bristol en el Reino Unido, y colaboradores de otras instituciones, publicado en la revista Nature Human Behaviour, enero 2017, aborda la temática sobre la cualidad que tienen las investigaciones publicadas.
Comienza el documento con una pregunta: ¿Qué proporción de la investigación publicada puede ser falsa? Las cifras que presentan dejan un profundo vacío, porque evidencia la negación de la ciencia al revelar que no todo lo que aparentemente brilla es verdad, comenzando porque el 85% de la investigación biomédica publicada puede ser desechada debido a que no se ajusta rigurosamente al análisis científico.
A lo largo del trabajo se evidencian estrictos estudios realizados a los artículos publicados, incluyendo los análisis estadísticos para concluir que se puede demostrar una crisis de reproducibilidad. Están inmersos en dificultades, desde el proyecto hasta los métodos, los resultados incluyendo sus análisis y la omisión de cifras. Existen problemas que son tributarios de una estricta evaluación
Si la reproducibilidad no se logra, se puede concluir que hay una falta de rigor, y cuando aparecen las inconsistencias en la solidez sobre lo comunicado, esto puede evidenciar que se falta a la verdad científica.
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