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Ciertamente no logro comprender para qué buscar un cargo supremo en el poder ejecutivo. Estar en la picota pública durante las 168 horas de la semana, tener que enfrentar insultos y humillaciones de desconocidos y cobardes usuarios de redes sociales, saber que toda acción es seguida por cientos de personas, y que el buen trabajo nunca será bien reconocido porque hubo uno que lo hizo “mejor” son causas para aborrecer ese tipo de puestos. Pero es solo mi parecer.
Aunque existe algo peor. Llegar a un puesto de estos, de elección pública, respaldado únicamente por el voto de ilusión o descarte de los electores. Lo más común es que estos personajes, cuando llegan a su sitio, olviden para lo que fueron elegidos y comiencen el juego de su ambición. No obstante, también hay que darles el beneficio de la duda y entender que fueron elegidos para un puesto insostenible, donde es prácticamente imposible gobernar con las ideas y sin presiones.
Por todo esto no me imagino por las que tuvo que pasar el presidente de EE.UU., Barack H. Obama, quien se hizo elegir en dos ocasiones para uno de los puestos más complejos del mundo. Anunció que sería el presidente que traería calma a Estados Unidos luego del desastroso segundo periodo de George W. Bush y que reanimaría la economía después de la recesión del 2008. Lo primero no fue verdad y lo segundo lo hizo el Congreso.
Tampoco los números ayudan mucho a Obama. Luego del anuncio de la semana pasada en relación con la organización extremista Estado Islámico y la confirmación de los primeros bombardeos en montañas de Siria, se corroboró que durante sus seis años de gobierno ha bombardeado siete países en nombre de los principios de su país.
En la lista están Afganistán, Somalia, Yemen, Pakistán, Iraq, Libia y, últimamente, Siria. Muchos dirán que Obama estaba en mora de algunos de estos ataques, pues entre estos bombardeos estaba la incursión para dar de baja talibanes en Pakistán, la petición de colaboración hecha por el gobierno de Iraq o la persecución de miembros de al-Shabaab en Somalia.
Cifras del Bureau of Investigative Journalism (BIJ), publicadas por el diario británico The Independent, demuestran que durante la Presidencia de Obama se han lanzado casi 390 ataques aéreos desde drones solo en Pakistán, Yemen y Somalia. Esta cifra es ocho veces mayor al número autorizado de ataques por George W. Bush entre el 2001 y el 2009.
Sí queda entender que a Obama estas situaciones no le han permitido el gobierno ideal que él vendió durante su primera campaña presidencial y tampoco han reducido el detrimento de sus primeros cuatro años.
Es pronto para condenar a Obama, pero prudente sí hubiera sido que se hubiera abstenido de recibir el Premio Nobel de Paz del 2009, aunque digan que en la Casa Blanca estuvieron sumamente furiosos por el reconocimiento.
Finalmente, nunca estuvo atado de manos, que era su mayor miedo con el Nobel de Paz en sus manos. Característico.
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