Según Corominas, el sustantivo ‘trasunto’ empezó su andar por los caminos de Cervantes y de Lope de Vega en 1570 con el significado de ‘representación, símbolo de algo’. ‘copia, reproducción’; siglo y medio después, con la acepción de ‘copia, reproducción’. Procede del verbo latino ‘transsumere’ (‘tomar o recibir de otro’) a través de su participio pasivo ‘transsumptus’ (‘tomado de otro, uso figurado de una locución’). Con razón, entonces, al padre Jaime Pinzón Medina le pareció inapropiado su empleo en la siguiente oración del columnista José Miguel Alzate en LA PATRIA: “Su trasunto vital estuvo ligado a la vida misma del Departamento” (4/6/2016). Ninguno de los sinónimos del término expresa la idea del columnista, quien, muy posiblemente, quiso decir “su recorrido vital”, también “su periplo”. En efecto, esos sinónimos son ‘copia, transcripción, imitación; compendio, síntesis, resumen, epílogo’. Probablemente el señor Alzate se dejó embolatar por el prefijo trans- (tras-), que significa ‘a través de’, ‘al otro lado’, que vale también para ‘trasunto’, pues su definición es ésta: “Copia o traslado de un escrito. 2 Cosa que representa exactamente a otra o da idea fiel de ella”. Tener siempre a la mano un diccionario y recurrir a él es una obligación de todos los que nos dedicamos a escribir.
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Mayúsculo, sí, mayúsculo fue mi desconcierto cuando, en mi lectura del libro “Breviario del Quijote”, leí lo siguiente: “…o la afrenta que los condes de Carrión infringieron a doña Elvira y doña Sol en las soledades del robledal de Corpes” (Editorial Panamericana, 1997, pág. 234). ‘Mayúsculo’, dije, porque su autor es nadie menos que Eduardo Caballero Calderón, quien, deduzco por su bagaje intelectual, tenía que saber la diferencia enorme que hay entre ‘infringir’ (‘violar una ley’) e ‘infligir’ (‘causar daño, imponer un castigo’), el verbo adecuado en esa oración. La primera edición, de Afrodisio Aguado, Madrid, es de 1947. ¿Estará semejante gazafatón en esta tirada? Y, durante todo este tiempo, ¿no hubo quien lo corrigiera? Por proceder de quien procede, traté con esmero de encontrarle una justificación a ese error, perro fallé en mi intento, porque, muy a pesar mío, no la tiene.
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Siempre me he preguntado por qué las corruptelas del idioma, que lo ajan a más no poder, son tan pegajosas y se propagan con la misma velocidad de una calumnia o de una mentira. Hoy no me refiero al empachoso, omnipresente y siempre, siempre, siempre desubicado ‘por parte de’, sino, y otra vez, a la mal empleada locución ‘se trata de’, que nunca, al menos castiza y cultamente, admite sujeto. Para demostrarlo, traigo tres ejemplos, los siguientes: “Pero la paz se trata de que eso no vuelva a ocurrir…” (El Tiempo, Luis Noé Ochoa, 4/6/2016). “De eso se trata la democracia, de acatar las reglas de juego” (LA PATRIA, editorial, 7/6/2016). “…de eso se trata el debate democrático” (Ibídem, María Carolina Giraldo, 8/6/2016). En estas tres oraciones, los sujetos son, respectivamente, ‘la paz’ (¡la paz, otra vez!), ‘la democracia’ y ‘el debate democrático’. Hay muchas maneras de decir lo mismo sin caer en esa trampa, por ejemplo, y respectivamente también: “La paz significa la no repetición de…”; “En eso consiste la democracia, en acatar…”, y “El debate democrático es eso”. Por regla general, estos dos últimos verbos, ‘es’ y ‘consiste’, reemplazan la maltratada locución. ¿Por qué -es la otra pregunta que me formulo- no es contagioso el lenguaje culto y castizo? ¿Por la ignorancia de quien escribe o por su indiferencia y pereza? Cualquiera de las tres causas, inaceptable.
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El comentarista de fútbol Ramiro Dueñas, durante el partido Nacional-Rionegro, exclamó: “El partido se colocó 1 - 0” (RCN, 4/6/2016). Sin comentarios. Y, por estos días, durante las transmisiones de la Copa América, hay que sufrir a un comentarista de Caracol, un tal Carlos Alberto Morales, quien, en cada intervención, repite y repite y repite “para que venga”, de tal manera que ya se puede llamar ‘Carlos Alberto “para que venga” Morales. Y hay otro, en el fútbol colombiano, cuyo nombre olvidé, que repite y repite y repite “para que domine”. ¡Y no hay quien les diga lo empalagosos que son! ¡Bendito!
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