"Llevar el corazón en la mano, cantarlas claras, cantar las cuarenta, no tener pelos en la lengua, poner las cartas boca arriba, decir cuántas son cinco, decir las verdades del barquero, y decir una fresca al lucero del alba" son dichos sinónimos del verbo ‘sincerar’, cuyo significado es: "Explicar una persona a otra cierta cosa en la que cree tener alguna responsabilidad o supone que otros creen que la tiene, para justificarse o aliviar su conciencia" (María Moliner). También: "Dar a conocer a otros los propios sentimientos o pensamientos íntimos" (Ibídem). El Diccionario dice simplemente: "Justificar la inculpabilidad o culpabilidad de alguien en el dicho o hecho que se le atribuye". El verbo procede del latino ‘sincerare’ (‘purificar’). Según lo anterior, sólo los seres humanos pueden ‘sincerar’ o ‘sincerarse’, verbigracia, cuando se confiesan. Tiene, pues, razón el periodista Rafael Antonio Zuluaga al preguntarse cómo se ‘sincera un tema’, después de leer este texto: "Algunos creen que lo mejor sería sincerar el tema y que los funcionarios puedan hacer política" (LA PATRIA, Supimos que, 1/10/2014). Se refería el redactor a una de esas reformas que en este país de Timochenko nada reforman. La pregunta que se hace el periodista, lector inteligente, la provocan el uso errado del verbo ‘sincerar’ y el abuso del ubicuo vocablo ‘tema’, muestra incontestable de pobreza absoluta de vocabulario o de insacudible pereza. A tal punto ha llegado este fenómeno, que ya la señora Gloria Luz Ángel puso a un escritor a ‘liderar un tema’, según este aparte del texto: "…Fabio Vélez Correa, editor de la revista Impronta (…), es quien lidera el tema" (LA PATRIA, Diccionario de escritores caldenses, 10/10/2014). ‘Tema’, lo dije hace poco, es un término convertido por la pobreza de vocabulario o la desidia de los redactores en sinónimo de todos los asentados en los diccionarios. ¿Hasta cuándo?
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El mismo acucioso lector me envía este zafiro: "El Secretario de Integración y Desarrollo Social de Caldas, Martín Durán Céspedes y el Jefe de Cooperación de la Embajada de Japón el señor Inagaki visitaron el municipio de Pensilvania inaugurando el Centro Comunitario para la población campesina" (Boletín de prensa de la Gobernación, 3/10/2014). Ese espeluznante gerundio no debió nunca ver la luz del día. ¿Por qué no escribir en buen castellano, por ejemplo, "visitaron (…), almorzaron e inauguraron el Centro Comunitario…"? ¿Es mucho pedir?
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Una definición de Esther Balac: "La homosexualidad es la facultad de sentir atracción hacia otra persona del mismo sexo" (12/10/2014). Ignoro de dónde (¿de su magín?) sacó esta columnista dominical de El Tiempo tan despistada definición, porque la homosexualidad no es una ‘facultad’, pues un heterosexual ‘puede’, si tal es su voluntad, tener relaciones sexuales con otra persona de su mismo sexo. Ello es que ‘facultad’, en este contexto, es el "poder, derecho para hacer algo", también la "aptitud, potencia física o moral". Sus sinónimos son ‘aptitud, poder, capacidad, habilidad’. La ‘homosexualidad’ es la inclinación natural que algunos animales racionales e irracionales sienten hacia individuos de su mismo género. ‘Inclinación’, también en este contexto, es el "afecto, amor o propensión a algo". Sus sinónimos son ‘tendencia, propensión, afición, preferencia, proclividad’. El Diccionario define el término ‘definición’ de esta manera: "Proposición que expone con claridad y exactitud los caracteres genéricos y diferenciales de algo material o inmaterial". En su definición, a la periodista le faltó exactitud para exponer el carácter genérico de ‘homosexualidad’, pues ésta no es una ‘facultad’ sino una ‘inclinación’.
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Dos frases ambiguas: "Crímenes de Héctor Abad y otros dos académicos, de lesa humanidad" (Caracol, 6/10/2014). "¿Crimen de Serra desnuda pugnas en chavismo radical?" (El Tiempo, titular, Debes saber, 8/10/2014). ¿Fueron Héctor Abad, los dos académicos y el venezolano Serra autores o víctimas de esos crímenes? Víctimas, sin lugar a dudas. Entonces, la preposición ‘de’ no es la apropiada para expresarlo, pues ella "denota posesión o pertenencia". La preposición ‘contra’ o la sustitución de ‘crimen’ por ‘asesinato’ lo habrían hecho de maravillas.
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