‘Chamizo’, junto con ‘potrero, manga, filo, guadual -pronunciábamos ‘guaudal’-, cafetal, sementera, recatón, azadón, culeca, güinche, portillo, alambrado, machete, enjalma, gurbia, zambo, pela, táparo’, etc., fue una de las palabras de mi niñez, pues como nací en una de las fincas cafeteras del viejo Caldas, y pasé allí muchos años y vacaciones, la oía con frecuencia de mi papá y de los peones que en ella trabajaban. Recordé esto por la siguiente frase del columnista César Montoya Ocampo: “…el frondoso árbol del conservatismo ha sido transformado en un mustio chamicero” (LA PATRIA, 2/2/2017). No es lo mismo ‘chamicero’, la palabra que el redactor usó, que ‘chamizo’, la que debió emplear, porque éste es un “árbol medio quemado o chamuscado” -en lo que quedó el frondoso del conservatismo-. ‘Chamicero’, en cambio, es el “lugar donde abunda la chamiza, leña menuda”, aunque también, como adjetivo, califica todo aquello que se refiere a los ‘chamizos’. Uno de los significados que el sufijo ‘-ero’ les da a los sustantivos con él formados es el de “lugar donde abunda lo concerniente al elemento principal”, por ejemplo, ‘basurero’ (lugar donde abunda la basura) y ‘hormiguero’ (lugar donde abundan las hormigas). ¡Ah, los diccionarios, don César!
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¿Cuál será el encanto del verbo ‘potenciar’? Estuve revisando unos apuntes de profesores de Manizales, y concluí que no conocen otro, fenómeno aplicable al señor Hugo Martínez, ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador, pues en un artículo para El Tiempo lo empleó tres veces, además del sustantivo ‘potencial’ (“Creemos que el potencial que nos brinda esta comunidad…”). Esto escribió: “Nuestro plan (…) apunta a potenciar a El Salvador como un país…”; “…con un enfoque que potencie la cooperación…”; y “…seguros de que podemos aportar a que este mecanismo siga potenciando nuestros intereses comunes…” (2/2/2017). Este verbo recibió la bendición de la Academia de la Lengua a mediados del siglo pasado, lo que quiere decir que durante cuatro siglos o más no hubo necesidad de él. Su significado, como lo dice esta fuente, es “comunicar potencia a una cosa o incrementar la que ya tiene”, es decir, ‘fortalecer, afianzar, reforzar, tonificar, roborar, vigorizar, robustecer, entonar, acerar, endurecer, fortificar, vivificar’, etc. Esta lista de sinónimos, de la que hay que echar mano con inteligencia y raciocinio, indica por qué el verbo ‘potenciar’ no se necesitó durante tanto tiempo, ni hoy es necesario. Pero como ya está en nuestro léxico, utilicémoslo, pero sin olvidar los otros, para no hacer fastidiosa la redacción.
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Titular de pantalla de RCN: “Por la ruta de la Amazonía” (Noticias de las 7 p.m. 1/2/2017). Y en la ampliación de la noticia, el periodista Germán Duque, exclamó: “…un paseo de la muerte en la Amazonía colombiana”. Colombia tiene dos regiones, cuyos nombres son cuatrisílabos (de cuatro sílabas), a saber, la Amazonia y la Orinoquia, y que se aplican, el primero “a la cuenca amazónica, amplísima región equivalente en extensión a la mitad de Europa, a la cual da unidad y carácter la selva ecuatorial que la cubre”; el segundo, “a la cuenca del río Orinoco”. La escritura del titular de RCN y la pronunciación de su reportero, con la disolución por medio de la tilde del diptongo ‘ia’, convirtieron la ‘Amazonia’ en una palabra de cinco sílabas, ‘Amazonía’; lo mismo con ‘Orinoquia’, que, de cuatro sílabas, pasa a ser de cinco, ‘Orinoquía’. Según el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), la Academia de la Lengua acepta ya las dos grafías y, por ende, las dos pronunciaciones, porque, dice, ‘se registra así en algunos países’. Por los gustos se vende el calamaco, pero como el adjetivo es ‘amazonio-a’ (‘amazónico-a’), en el lenguaje culto, el nombre de esas cuencas debe ser sólo de cuatro sílabas.
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La ex ministra de Transporte, Cecilia Álvarez, dedicó su columna de El Tiempo del 5 de febrero de 2017 a la palabra ‘posverdad’. Entre líneas, ella habla de ‘mentiras’ y ‘calumnias’. ¿Para qué, entonces, ‘posverdad’? Como concluyó un gringo: “No llame eso ‘posverdad’, llámelo ‘mentiras’. “Pos, verdad, ¿no?”, me dicen que remató un mejicano.
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