Se han escrito artículos, estudios, tesis, sobre el Nadaísmo, como movimiento literario colombiano, y si usted amable lector busca en Wikipedia (hágalo si no tiene idea qué es Dadaísmo, o solo ha escuchado el término de alguno de sus tíos hippies que ya son profesionales de universidad pública, porque sus padres siempre negarán la pertenencia a algún grupo de vanguardia de los 60 o 70, o si alguna vez escuchó “Mula revolucionaria” y esas son sus bases de Nadaísmo). Encontrará en esa definición que este movimiento es la versión criolla del Existencialismo. Definición que no comparto, para mí es la versión criolla del Dadaísmo Suizo de la década del 20 del siglo pasado. Advierto, no me refiero a que fue copiado por Gonzalo Arango y adaptado a nuestro medio en los 60, todo fue coincidente, ellos con su vanguardia, y nosotros con la nuestra, aunque, como siempre, medio siglo después que Europa.
Pero los siguientes párrafos no los voy a malgastar en definir un paralelo y justificar mi teoría sobre este asunto, lo quise usar de enlace porque tengo la razón, lo afirmó un Nadaista en mi casa.
A mediados de octubre recibí una llamada del Dr. Carlos Arboleda, quien por sugerencia del maestro Cocherín hijo, me invitó a una cena con Jota Mario Arbeláez. Fue como si a mis 6 años me invitaran a conocer a Papá Noel, de lo cual el poeta no está muy lejos. Al llegar, me encontré con un hombre de 76 años, alto, barba blanca tupida y bien tratada, gafas redondas, bien vestido y sonrisa de abuelo, demasiado parecido al personaje decembrino, pero muy diferente a lo que yo imaginaría de un nadaista.
Después de una hora de escucharlo en un círculo de 4 intelectuales (y yo, que me sentía como mosco en leche, debo confesar que no entendí la mayoría de los chistes), decidí hacerle dos cuestionamientos: el primero, según lo que observaba de él, era un hombre que de nadaista solo quedaban sus poesías, porque ya creía yo, que ahora hacía parte del sistema, a lo que me respondió como buen repentista: “El Nadaísmo ingresó al sistema, cuando el sistema se volvió Nadaista”. Todos aplaudieron, aunque yo sentí que se burlaban de miingenuidad, pero confieso que su respuesta aunque brillante, la sentía coja. Mi segunda pregunta fue más profunda, y sé que lo fue, porque su respuesta no brotó de manera inmediata como la primera y le costó digerirla; ¿puede ir mañana a almorzar a mi casa?, pregunté. Después de varios segundos respondió algo que en mi ansiedad asumí como un sí, le dije que lo recogía a las 11 am, me levanté de la silla y rápidamente me despedí antes que el maestro cambiara de opinión, o corrigiera lo que yo había escuchado, pero al darle la mano, me agarró del brazo y me dijo “espera”. De nuevo en ridículo, pensé; pero sacó un libro suyo inédito “Mi crucifixión Rosada”, lo firmó, lo puso en mis manos y dijo con voz de abuelo: mañana te espero, y para el almuerzo solo te recuerdo que no soy conejo.
Entendido el mensaje, no solo debíamos preparar en casa un asado, sino que también sería necesario devorar toda la noche su libro para estar más preparado que la carne ante tan ilustre visitante.
Recogido en el hotel, nos dirigimos a mi casa donde iniciamos la tertulia a las 11:30 a.m. con una botella de ginebra. Maestro, le dije para iniciar: ¿cuál es la diferencia entre Nadaísmo y Dadaísmo?, de manera muy profunda me dijo: pues la “D” mijo. Este argumento afirmaba mi tan estudiada teoría.
Así inició una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Fueron 10 horas no solo de ginebras (y vodka cuando esta se terminó), de enseñanzas, donde sentí juntos a todos los poetas que había leído. A las 9 de la noche, me resolvió mi última inquietud escribiendo con un marcador en la pared (que no he permitido que borren), y fue con la que inicié el día anterior “el Nadaísmo ingresó al sistema cuando el sistema se volvió Nadaista”… y añadió lo que faltaba para ser perfecta… “Pero seguiremos en desacuerdo con el mundo, cuando el mundo nos conceda la razón”.
Cobraban valor real las palabras de Szymborska: “la vida humana, en última instancia, solo puede ser comprendida como un hecho poético”, él lo ha sido, lo es, a pesar de su impecable presencia, lo reafirma su bachillerato Honoris Causa, que solo logran los genios.
Para terminar, estoy en desacuerdo con las palabras de Borges: “Para un verdadero poeta, cada momento de la vida, cada hecho, debería ser poético. Que yo sepa, nadie ha alcanzado hasta hoy esa alta vigilia”. Eso lo dijo, porque no tuvo a un nadaista en su casa.
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