Cuando se desempeñó como presidente del Fondo para la Reconstrucción y el Desarrollo Social del Eje Cafetero, Forec, el hoy ministro de Defensa Luis Carlos Villegas Echeverri aseguró que "de los escombros del terremoto (del 25 de enero de 1999) salió una inmensa cantidad de miseria que se mantenía oculta detrás de los inquilinatos, las casas de arriendo o las fachadas pintadas".

Luego del operativo efectuado por las autoridades en la denominada Calle del Bronx de Bogotá, se podría afirmar que fueron tan demoledores los hallazgos del deterioro social, la esclavitud económica, la violación sistemática de los derechos humanos y la criminalidad en su máxima expresión, que tal como el terremoto de 1999, permitieron visibilizar las miserias existentes a pocas cuadras de los principales centros de poder en Colombia.

Pero la calle del Bronx, que reemplazó a la antigua calle del Cartucho, trasciende las fronteras bogotanas y nos confronta acerca de esos fenómenos que se incuban en la marginalidad, en la adicción ajena, en los guetos donde se esconden expendedores y consumidores.

Sin ir más lejos revisemos el entorno de las tres capitales del Eje Cafetero. En Armenia, la Cueva del Humo, la Boca del Túnel y las calles 14, 15 y 16 entre carreras 20 y 21, son focos para el comercio ilícito de drogas y actividades conexas: prostitución, atracos, compra y venta de artículos robados. (Ver:http://www.cronicadelquindio.com/noticia-noticia_opinion-seccion-opinion-titulo-y_el_bronx_de_armenia-op-14150).

En Pereira, apenas se cruza el viaducto, hay zonas con gran deterioro social y físico: los alrededores del los puentes sobre las carreras novena y diez con la Avenida del Ferrocarril, la calle 15 ente novena y 10, un submundo habitado por zombies completamente enajenados por la droga; La Churria en inmediaciones del terminal de transportes; los sectores de la Carrillera en Cuba y del Crucero a la Capilla en Dosquebradas.

En Manizales, mientras llega la proyectada renovación urbana, en los alrededores de la Galería Central convergen expendios de droga y sitios para el consumo, el comercio del cuerpo y los reducidores.

Y si se revisa con detenimiento, en los municipios de Quindío, Risaralda y Caldas se repite, a menor escala, el mismo esquema.

Luego de varios años se concluye que la decisión institucional de denominar microtráfico a las actividades de comercialización de la droga en el mercado doméstico para diferenciarla de los negocios de los carteles transnacionales, generó entre los ciudadanos la idea equivocada de que era un problema menor, de unos pocos.

Hoy, las dolorosas realidades de miles de familias que perdieron a alguno de sus integrantes en ese mundo intrincado y engañoso que los envenena cada día, demuestran que el consumo es un problema de grandes proporciones.

Por ello, paralela a las necesarias intervenciones de la Policía y la Fiscalía en esos focos delincuenciales para capturar a los cabecillas y sus grupos sicariales, se requiere de una acción social rigurosa y bien planificada, que restablezca los derechos de los niños y jóvenes allí encontrados y a la vez identifique y ofrezca atención a los consumidores (al fin y al cabo son es eslabón más débil de esa cadena).

En declaraciones a NTN24, la directora de Bienestar Familiar Cristina Plazas dijo que los hallazgos del Bronx confrontan tanto a las autoridades como a la misma sociedad que cerró los ojos y perdió la sensibilidad frente a la tragedia vivida por miles de personas.

Parafraseando a Luis Carlos Villegas, los operativos en el Bronx impactaron tanto a los colombianos porque sacaron a la luz pública la miseria humana escondida en casas viejas y sótanos de tortura.

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La calle del Bronx, que reemplazó a la antigua calle del Cartucho, trasciende las fronteras bogotanas.