Por dos casos de mordeduras de culebras en zona urbana, que reseñó la prensa, se prendieron las alarmas, y se comenzó a especular acerca de las causas de la urbanización de los ofidios, que se supone tienen su hábitat en la espesura selvática, donde otras especies les sirven de alimento. Las serpientes, que sedujeron a Eva para que cayera en el pecado de desobediencia, que desató la ira del Señor y provocó un castigo de cadena perpetua a toda la humanidad, no son urbanas. Su entorno natural es húmedo. Incluso las del desierto viven enterradas, y solo salen a la superficie a cazar para alimentarse. Pero como los bosques son cada día más escasos, gracias a la acción depredadora, urbanizadora y minera del hombre, los animales salvajes tienen que rebuscarse la comida en pueblos y ciudades; y comienzan con roedores y mascotas y tarde o temprano tendrán que seguir con las personas, porque el hambre no da espera. Lo de las culebras es el inicio. Después seguirán otras especies más agresivas y depredadoras, que se instalarán en las zonas verdes, a la espera de que pase algo, o alguien, que pueda servirles de alimento. No se descarta, inclusive, que se planten a "velar" en las puertas de los restaurantes, en competencia desleal con los habitantes de la calle.
Así la serpiente que muerda a una persona no sea venenosa, el solo susto puede matarla. Don Simón Díaz, profesor de biología en el Instituto Universitario, nos enseñó que las serpientes venenosas se distinguen de las que no lo son porque tienen el colmillo perforado, por donde inoculan el veneno. Yo me atreví a decirle que si no era muy arriesgado abrirle la boca a una culebra para ver si tenía el colmillo perforado y me sacó de clase. Cuando eso los muchachos no podían instaurar tutelas contra los profesores, por arbitrarios. Ese injusto castigo de don Simón, entonces, se quedó impune.
De pronto se está exagerando con los casos de las culebras que han atacado personas en zonas urbanas, cuando la gente lleva años conviviendo con otras peores, como las tarjetas de crédito, las facturas de servicios inoficiosos, que suben como espuma, así el consumo sea el mismo; las seducciones de la publicidad y la oferta para adquirir cosas suntuarias, para pagar "dos mil pesitos diarios"; y el gota-gota, cuyas víctimas son pequeños comerciantes y artesanos. Sin contar con el acoso de los empleados de los grandes almacenes de cadena, que andan detrás de los clientes tratando de que se afilien a una tarjeta, para supuestamente acceder a descuentos y otros beneficios, que no son más que fantasías. En realidad, esos grandes consorcios comerciales lo que hacen es vender sus productos y por ahí derecho colocar el dinero a intereses. Estas "culebras", como las boas constrictoras, no son venenosas, pero envuelven a la víctima, la estiran y después se la engullen.
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