El notario contaba que un señor amigo suyo, dueño de numerosos bienes, acudió a su despacho a solicitarle que le redactara un testamento, para dejar organizadas sus cosas cuando muriera. El funcionario le sugirió que hiciera un borrador con sus ideas al respecto y que él se encargaba de pulirlo y adaptarlo a la normatividad legal. A los días volvió el señor con unas páginas manuscritas, y las dejó. Más tarde acudió de nuevo al notario y le preguntó: "¿Cómo le pareció el proyecto de testamento, doctor?". Y éste le contestó: "Según eso, Usted lo que quiere es seguir manejando todo después de muerto".
Ese es el caso típico de las personas que se aferran al manejo de sus bienes, de las empresas que administran, de las curules parlamentarias o de los puestos burocráticos, sin resignarse a dejarlos, por más que tengan su situación económica personal y familiar resuelta; y sepan, aunque no reconozcan, que sus capacidades físicas y mentales están fatalmente disminuidas. Por ejemplo, por ahí anda un señor aspirando a la alcaldía de una gran ciudad colombiana, cuya administración está llena de complejidades, a pesar de que ya está jubilado con la mesada máxima posible, sus hijos ocupan posiciones burocráticas destacadas y un accidente cerebral que sufrió lo tiene caminando como Chencha y hablando como si tuviera una papa caliente en la boca.
Otro caso distinto es el de altos ejecutivos, que han ocupado por tiempo prolongado cargos de alta responsabilidad, tienen intactas sus habilidades gerenciales y su experiencia es garantía de éxito y buen desempeño. Sin embargo, en algunos casos de entidades oficiales, o de economía mixta, apetecidas por lagartos de alto vuelo, se les mueve la silla a los directivos de las entidades que han manejado con eficiencia, con refinada variedad de intrigas, para que una buena gestión se interrumpa y cualquier arribista ambicioso se acomode a disfrutar de poder y privilegios; y a cambiar los procesos, para lucirse.
El tiempo de retiro no tiene por qué supeditarse a la edad. El ejecutivo sensato, lúcido, estudioso y sano de cuerpo, cuyos resultados gerenciales sean satisfactorios, tiene derecho a decidir su retiro; y también a preparar a su sucesor. Ese caso es frecuente en entidades privadas, industriales, comerciales, financieras o múltiples, a cuya cabeza permanecen por décadas ejecutivos cuyos nombres son garantía de eficiencia y probidad; y su retiro lo deciden ellos mismos, rodeados de prestigio y respeto.
Lo que está bien, déjelo así. Desafortunadamente, el poder es muy seductor, y organizaciones de alto calado, que manejan cuantiosos recursos y tienen nóminas numerosas, son como El Dorado para políticos y caballeros de industria, que necesitan amigos al frente de ellas, que les ayuden a crecer y consolidarse. Por ejemplo: Ecopetrol y la Federación Nacional de Cafeteros, entre otras las principales.
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