A los gobiernos les llega al final “el sol a la espalda”, que tiene variadas connotaciones. Los incondicionales del régimen, quienes apoyaron sus iniciativas, así fuera a punta de mermelada, comienzan a tomar distancia y a observar el panorama de las candidaturas para un nuevo gobierno, a ver a cuál bus se le suben. Lo de la mermelada no es de ahora. El parlamento sin ese lubricante no funciona. Para recordar solo unos casos, el presidente Lleras Restrepo (1966-1970), para que el Congreso Nacional le aprobara la reforma constitucional del 68, a regañadientes y contra sus principios, tuvo que transarse por los “auxilios parlamentarios”, que en su mayoría fueron a dar a los bolsillos de los “padres de la patria” y apenas unos pesitos al desarrollo de las regiones. Y el exministro Serpa, escudero del expresidente Samper (1994-1998) y hábil manipulador político, para conseguir la absolución de su jefe en el sonado Proceso 8.000 se inventó el “Pacto de Gobernabilidad”, que consistió en entregarles a senadores y representantes el poder en las entidades industriales y comerciales de la nación, a cambio de los votos necesarios para absolver a su jefe, que estaba bastante enredado. Y más recientemente, a finales del primer mandato del expresidente Uribe (2002-2006), se logró modificar el “articulito” constitucional que prohibía la reelección, gracias al generoso reparto de notarías, consulados, embajadas, gerencias regionales y otros “argumentos” de convicción, además de desprestigiar a magistrados de las altas cortes y periodistas que se oponían al atropello, hasta lograr el objetivo, aunque quedaran tendidos en el campo judicial algunos fieles instrumentos ministeriales y otros, no por malos ellos, sino por una lealtad ciega al jefe. Mejor dicho…
Por estas calendas, cuando el panorama económico mundial no es muy claro, lo que, por supuesto, afecta a Colombia, después de conseguir el presidente Santos su gran objetivo que ha sido la paz con las Farc; y la reforma tributaria para equilibrar la macroeconomía, puede tomar distancia de los congresistas adictos a la mermelada y emprender una cruzada para cortar gastos oficiales tan inoficiosos como los escoltas de infinidad de funcionarios, que solo sirven para satisfacer sus egos y hacerles mandados a los cónyuges de los “honorables”; y reducir a una secretaria y un asesor el “equipo legislativo” de los congresistas, que tiene contenidos tan estrambóticos como la enfermera que cuida a la suegra de una senadora. Y de eso hay mucho más, como periodistas y escritores que les queman incienso a sus parlamentarios benefactores, por honorarios que paga el erario. Estos dos casos son apenas una muestra, pero hay mucha más tela de donde cortar.
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