Las costumbres cambian, igual que las circunstancias, y con ellas muchos preceptos considerados inamovibles, por aquellos a quienes las ideas, como la vida misma, se les han momificado. Por ejemplo: La dinámica del conocimiento, acelerado por la tecnología informática, ha sustituido la experiencia por la habilidad para ajustarse a los cambios. Ahora son los jóvenes los que orientan a los mayores para que entiendan, y puedan operar, ciertos instrumentos; y entender determinados procesos. Es decir, que, para hacer y entender muchas cosas, los viejos tienen que estar acompañados de un menor responsable.
El cuerpo y la mente se anquilosan con los años, por más que se tomen diariamente todas esas cosas que ofrecen los comerciales de televisión y los avisos de prensa, en los que muestran a unas parejas de ancianos parados en la cabeza o escalando montañas, supuestamente porque la ingesta regular de los brebajes esos los mantienen “como un tiro”. Lo más seguro es que, después de grabar el comercial, quedan de cama.
El tema sirve para revaluar viejos refranes, o expresiones recurrentes, como: “En mi época…”, con el que comienzan algunos viejos un discurso oloroso a moho, con el que pretenden demostrar que “todo tiempo pasado fue mejor”. Los muchachos los escuchan con respeto, pero no les paran ni cinco de bolas.
Asuntos trascendentales, como el cuidado del medio ambiente, los entienden, y practican, mejor los menores de edad, que ven horrorizados cómo los mayores, por el prurito de hacer dinero, talan bosques para utilizar la tierra en siembra de coníferas, ganadería extensiva o coca y amapola; cuando no es que barren con la vegetación natural y envenenan el agua, para la explotación minera. Para muestra, obsérvense las manifestaciones a favor del medio ambiente, de la conservación de las fuentes de agua y de la reforestación y podrán registrarse inmensas mayorías de niños y jóvenes. Lo mismo sucede cuando se sale a marchar por la paz, por la protección de los animales, por la libertad de cultos, por la igualdad de géneros y por la educación, gratuita y de calidad; temas que los jóvenes no solo entienden sino que sienten como propios, mientras que la gente “experimentada” escarba baúles de chapa y candado para buscar principios, códigos y leyes empolvados, que no tienen aplicación a necesidades y tendencias actuales de la sociedad. El manejo, e implementación, de soluciones para necesidades nuevas es mejor mantenerlo fuera del alcance de los mayores. Obsérvese que las decisiones que toman los gobernantes, basadas en encuestas callejeras, o telefónicas, no funcionan. Ensayen con escuelas y colegios y verán mejores resultados.
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