La novela "Canción de dos Mujeres" *, del escritor bogotano Gonzalo Mallarino Flórez, en el corto espacio de 123 páginas plantea una variedad de inquietudes, sobre las cuales vale la pena reflexionar, desprovisto el lector de los prejuicios que se le han inculcado a la gente, desde las costumbres religiosas del hogar, la educación dogmática y los “espantos” sociales que ha creado la mojigatería, disfrazados de “buenas costumbres”. Una de esas inquietudes es la deuda milenaria que la humanidad tiene con las mujeres, a quienes se ha subvalorado y sometido a “hacerles la segunda” a los hombres, quienes literalmente se la montaron, por la fuerza bruta y la dependencia económica. Apenas a mediados del siglo XX, concretamente en los años 60, se suscitó un movimiento de liberación femenina, y las dulces enemigas se alzaron la bata con la minifalda y otros símbolos de liberación. Paralelamente, se movilizaron para exigir igualdad en derechos como el trabajo, la educación y el respeto a su individualidad, sin necesidad de hacer disparos y quebrar vitrinas. Otra inquietud que pone en evidencia la obra que ocupa este comentario es el lesbianismo, que, contrario a la alharaca de los pacatos, no es pecado, ni enfermedad ni desviación de la naturaleza. Anne y Adriana, las protagonistas de la novela, se aman y llenan mutuamente los vacíos de sus vidas, lo que seguramente no hubieran logrado al lado de un hombre. Bien dice Adriana que las religiones, todas, han satanizado la sexualidad, y en función del machismo dominante cohíben el placer sexual al que tienen derecho las mujeres. Otra cosa, acertadamente planteada en el texto de la “Canción…”, es la "soledad acompañada" de las personas inmersas en el estruendo de las grandes ciudades, lejos de sus territorios propios, por trabajo, estudio o desplazamiento, que buscan algo que las acompañe, o alguien, y cuando lo consiguen se aferran con pasión al hallazgo. Se destaca también en el transcurso del argumento novelístico el desajuste de las familias por un hecho circunstancial, que termina por vincular a personas cercanas a algunos de sus miembros, que resultan providenciales como paliativos. La familia de Anne había perdido a un niño, hermanito de ésta, en absurdo accidente, y Adriana se esforzó por atenuar el dolor de su amiga. Y no escapa a las reflexiones que propone el autor la angustia de quienes ven llegar la inminencia del fin de sus vidas con más vacíos que satisfacciones, porque no lograron sus objetivos como personas, carecen de afectos, están abandonados y enfermos, o, simplemente, cansados de la vida, por lo que resulta normal que se expresen con angustia y vehemencia, muchas veces sin quién los escuche. Interesante, humana, bella, fluida y bien escrita, "Canción de dos Mujeres", con una admirable capacidad de síntesis, lleva al lector a interesantes reflexiones.
* Mallarino Flórez, Gonzalo. Canción de dos Mujeres. Alfaguara. Bogotá, 2016.
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