Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, liberal es: "Generoso, que obra con liberalidad. (…) Dicho de un arte o de una profesión: Que ante todo requiere el ejercicio del intelecto. Inclinado a la libertad, comprensivo. Partidario de la libertad individual y social en lo político y de la iniciativa privada en lo económico. (…)". Y conservador: "(…) Dicho de una persona, de un partido, de un gobierno, etc.: Especialmente favorable a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos y radicales. (…)". Es decir, liberal y conservador son formas de ser individuales, que no siempre coinciden en la afiliación a partidos políticos que tienen esas denominaciones. Dicho de otra manera, y ubicando la idea en la política colombiana, en ambos partidos, el Liberal y el Conservador, hay, indistintamente, afiliados liberales y conservadores.
El origen de los partidos políticos colombianos tradicionales, el Conservador y el Liberal, lo ubican con ligereza histórica en las personalidades, contradictorias en muchos aspectos, del Libertador Simón Bolívar y del general Francisco de Paula Santander, en su orden. El primero era un genio soñador, obsesionado por la libertad de los pueblos sojuzgados por invasores ultramarinos, galante hasta el libertinaje, visionario, elocuente, amante del poder y de la gloria, generoso sin límite… Santander, en cambio, formado en el Derecho, y juicioso administrador, ejerció la milicia por la fuerza de las circunstancias, pero su vocación eran el ordenamiento legal y el buen manejo de los bienes públicos, apegado a ideales de justicia, educación pública y probidad administrativa. De lo que puede concluirse que el liberal era Bolívar y el conservador Santander. Pero en la creación de los partidos que se alternaron en el poder durante más de un siglo surgieron otras circunstancias muy personales, que involucran a otros personajes (además de los próceres) como don José Ignacio de Márquez, que tienen que ver con la disputa por los favores de las Ibáñez, doña Bernardina y doña Nicolasa, dos hermosas damas ocareñas, que perfumaron la historia patria con sus encantos. En su libro Las Ibáñez, delicioso texto de picaresca social y política, el presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978), descendiente de don Carlos Michelsen, quien fue cónsul de Dinamarca en Valledupar, cuando el Valle de Upar era un gran productor agrícola de exportación, especialmente de algodón, y estuvo involucrado sentimentalmente con doña Bernardina, concluye que los partidos políticos colombianos los definió el sexo de las Ibáñez, refiriéndose a los rifirrafes galantes de los "padres de la patria" alrededor de las livianas y hermosas damas, que influyeron más que sus ideas políticas en la construcción de la República.
Lo que queda ahora de los partidos políticos tradicionales, inmersos en el microtráfico electoral, no es más que "restos de ser, cadáveres de cosas".
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