Visto como padre de familia, fue muy satisfactorio ver al joven presidente del Congreso Nacional, Mauricio Lizcano Arango, en el “podio”, al final de la competencia por la paz con las Farc, al lado del presidente Santos, líder indiscutible de la prueba, así se revuelquen en el polvo los expresidentes que no pudieron lograrlo, a quienes, lamentablemente, les faltó grandeza, generosidad y patriotismo, para reconocer un resultado que, como se ha dicho insistentemente, no es del señor presidente sino de un eficiente equipo de trabajo; y los beneficiarios serán todos los colombianos, especialmente los que más han sufrido en apartadas regiones del país, a merced de los insurgentes. Ellos ya sienten, desde el cese unilateral del fuego que ordenaron las directivas guerrilleras del año pasado, un alivio, como lo han expresado a través de los medios.
Y dije que como padre de familia, porque los padres de Mauricio, Óscar Tulio Lizcano y Martha Arango, sufrieron el largo secuestro del primero, que duró interminables años, hasta cuando un guerrillero, a quien Óscar Tulio conquistó con su generosa vocación de maestro, le dijo: “Cucho, nos vamos de aquí esta noche, porque usted se me va morir”. Y esa pareja, que conforma un hogar típico de clase media, cristiano y de buenas costumbres, tuvo también la dolorosa experiencia del secuestro de uno de sus hijos.
En el acto de entrega que hizo el presidente Santos al Congreso del texto de lo acordado entre el gobierno colombiano y las Farc, Mauricio era jerárquicamente quien debía recibirlo, para que el cuerpo legislativo avale el plebiscito con el que se busca la refrendación del pueblo colombiano, que el ejecutivo decidió convocar con espíritu democrático. Al joven presidente del Congreso se le vio nervioso y este gacetillero compartió con sus padres (papá al fin y al cabo) el orgullo que estarían sintiendo.
El desprestigiado cuerpo legislativo nacional, muchos de cuyos miembros son personas verdaderamente valiosas, tendrá la oportunidad de reivindicarse con el electorado colombiano cuando resuelva cortar por lo sano y desenmascare a los sinvergüenzas que lo envilecen, denuncie públicamente sus ilícitos, los juzgue e inhabilite, de modo que no puedan traficar por más tiempo con la alimentación de los escolares, con la salud de los pobres, con los acueductos municipales y con las obras públicas, en general.
Ahí tiene Mauricio Lizcano Arango una oportunidad de oro para pasar a la historia, jugándose su capital político, para que sus papás vuelvan a llorar, pero de orgullo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015