En una reciente columna de este diario, Luis Felipe Gómez, rector de la Universidad Javeriana, sede Cali, sugería a las universidades en Manizales pensar en proyectos relacionados con las Ciudades Inteligentes, un nuevo concepto que vincula a las tecnologías de la información y las comunicaciones con el bienestar de los ciudadanos en sectores urbanos. Afirmaba que las universidades tienen una gran responsabilidad de impactar, no solo en los procesos de formación de los estudiantes, sino también al entorno con su investigación.
Le asiste razón al rector en preguntar sobre ello en un momento en que las ciudades adquieren un especial protagonismo: se afirma que en el 2035, en el caso de Colombia, el 83% de la población vivirá en las ciudades. Si en el 2010 este porcentaje era del 76%, en 20 años se calcula que la migración hacia las ciudades se incrementará en 10,5 millones de colombianos. La Misión del Sistema de Ciudades del DNP estima que para el 2050, Colombia tendrá 52,6 millones de habitantes en centros urbanos (86% de la población) y 69 ciudades con mas de 100.000 habitantes.
Por otra parte, la tecnología ha evolucionado (y se ha democratizado), de una manera inesperada. La memoria Flash, creada en 1984 por Fujio Masuoka, que funciona mediante impulsos eléctricos mucho más rápido que las memorias tradicionales, es hoy una pieza clave para el desarrollo de las ciudades inteligentes y la explosión del Internet de las cosas en tanto crea objetos inteligentes que tienen la capacidad de recopilar información y enviarla a la red para que allí, desde centros inteligentes, se procese y divulgue de una manera eficiente.
En mi concepto, el tema de las ciudades inteligentes va más allá de las intersecciones entre tecnologías y comunidades urbanas. Considero que lo necesario es pensar en fortalecer los territorios a partir de sus propias potencialidades y desde perspectivas multidimensionales. Lo que hay que maximizar, en palabras del antropólogo Arturo Escobar, es el bienestar de la gente, la justicia social, la biodiversidad y la reducción del gasto energético, si queremos realmente propender por el posconflicto. Las tecnologías, más allá de su instrumentación especializada, deben servir para promover los espacios de diálogo y los escenarios de construcción colaborativa. Solo de esta forma, nuestras regiones estarán preparadas para los complejos fenómenos medioambientales que se avecinan y poseerán capacidades para fomentar la inclusión social y el desarrollo integral en ambientes de convivencia pacífica.
En Caldas, desde hace ya varios años, diferentes instituciones están trabajando con ese propósito desde la perspectiva de la educación. SUMA, el Sistema Universitario de Manizales, compuesto por las Universidad Nacional, Autónoma, de Manizales, Católica, Luis Amigó y Caldas, es una organización académica y administrativa que funciona de manera integrada para gestionar recursos e iniciativas, con la idea de generar oportunidades para la población de Manizales y Caldas. SUMA desarrolla programas académicos conjuntos, movilidad estudiantil y proyectos con investigadores de las seis universidades. Ahora, con la Fundación Luker, la Alcaldía y los gremios, se lidera el programa Manizales Campus Universitario, con el objeto de cualificar la oferta académica de la ciudad, pero también para aumentar el número de estudiantes universitarios e integrar la oferta y servicios en temas de internacionalización, bienestar, proyección social, oferta cultural y grupos de investigación.
Por otro lado, la ciudad cuenta con BIOS, un centro dedicado a la prestación de servicios al gobierno, la academia y la industria interesados en la investigación y desarrollo de la biotecnología y la bioprospección de los recursos de la gran biodiversidad del país. Tenemos también a BIOMA, un centro interactivo que permite conocer de cerca sobre la vida, la naturaleza y el cosmos de nuestro planeta; a Neurocity, un laboratorio de creatividad e innovación que nace para apoyar a las empresas; y a Manizales Más, una alianza público-privada que busca impactar el desarrollo económico de la ciudad mediante el fortalecimiento de un ecosistema de emprendimiento para crear y fortalecer empresas. Además, contamos con laboratorios especializados, programas académicos únicos en Latinoamérica y muchos otros recursos y conocimientos que nos convierten en una destacada “ciudad inteligente”.
En síntesis, Manizales va en camino de ser un territorio inteligente porque las acciones que se desarrollan desde sus organizaciones, posibilitan la construcción colectiva de una red de conocimiento en beneficio de la comunidad. Lo importante será que nuestra región le apueste a tener una conciencia común porque con ella, afirma David Bohm, tendremos algo nuevo: una nueva forma de inteligencia.
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