La noticia parece un chiste, uno de esos hechos absurdos y desopilantes con que la realidad colombiana suele sorprendernos: Aurelio Jiménez Callejas, abogado, radicó una demanda contra la FIFA en un juzgado civil de Cali por mil millones de Euros (no es un error: esa es la cifra), por cuenta de lo que él considera una "evidente negligencia y culpa en el manejo arbitral" en el partido que Colombia cayó 2-1 con Brasil.
Y ahí aparece el hombre en noticieros y periódicos asegurando indignado que la cifra no es exagerada, ni mucho menos, porque "cuánto vale el daño nacional, cuánto valen mis lágrimas, las de mis nietos, cuánto vale eso". No sé ustedes, pero yo todavía no he podido saber si el caso me produce risa, lástima o indignación (o las tres juntas). Porque bueno, está bien: el árbitro español Carlos Velasco no pitó bien –eso es un hecho– pero de ahí a decir que "47 millones de colombianos somos víctimas de las malas actuaciones de la Fifa" y que "alguien tiene que pagar los daños morales", hay un camino largo.
Uno entiende que el fútbol desate todo tipo de pasiones, pero a veces se nos olvida que al final no es más que un juego. Me dirán que no, que me equivoco, y quizás tengan razón en algo: ya vimos en el mundial cómo once hombres pueden lograr unir a un país por una misma causa, exacerbar el orgullo nacional aun en los más escépticos y brindar una alegría a un país tan necesitado de ella, así salgan encuestas donde digan que somos los más felices del mundo. El fútbol es poderoso, y tal vez por eso miles de hinchas, en un acto de insensatez tremendo, son capaces de partirse la cara y hasta matarse por el color de una camiseta. Pero, a pesar de la FIFA y sus millones, insisto: al final no son más que veintidós hombres corriendo tras un balón. Una gran definición la dio hace un tiempo Jorge Valdano: el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes.
Quizás por eso llevar lo del gol de Yepes a los límites que propone el señor Jiménez es una insensatez. Una de las cosas bonitas del fútbol es que es un juego de humanos que se presta para distintas interpretaciones y en el que hay espacio para el error. Puede que para el abogado –y para muchos– sí haya sido gol, pero ya otro árbitros mundialistas como Edgardo Codesal, que dirigió la final del mundial entre Alemania y Argentina en 1990, dijeron que no lo fue porque el defensa colombiano estaba adelantado. Pero podríamos dar vueltas sobre lo mismo por horas sin llegar a ningún acuerdo.
En cualquier caso, no lo veo como el señor Jiménez; más que sufrimiento, diría, esta selección nos dio las alegrías que ninguna otra nos había traído en toda la historia del fútbol colombiano. Y lo más importante: nos puso a creer en que viene un buen futuro. ¿Que era gol de Yepes? ¡Qué más da!
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