Un toro de allá, de esos que los Barbero miman a espaldas del cerro de Monserrate. Pero también, un toro de allá, del pasado, de aquellos que cada vez salen menos. De los que se volvieron excepción porque la regla de la toreabilidad los mandó a la reserva o a los cuartos de San Alejo de las ganaderías.
Un toro que valía dejar con vida para aprovechar ya fuera su raza, ya fuera su bravura, ya fuera su casta, ya fuera su fiereza o ya fuera su nobleza. Porque quizás las tuvo todas al mismo tiempo, sin que se puede decir en qué proporción una u otra, porque tampoco – y por fortuna – es este tema de ciencias exactas.
O darle perdón, al menos, para dejar constancia de cuánto puede un toro emocionar a una plaza, no olvidemos, una de las razones por la que la gente paga (y mucho).
Pero quedarnos en el debate de si ‘Malicioso’ merecía o no el indulto es mezquino. Lo hecho, hecho está. Más bien hay que decir que por el ruedo de Manizales pasó un huracán albahío de Santa Bárbara que perdurará mucho tiempo en quienes lo vivimos, y lo sentimos. Desde que asomó por el hueco negro hasta que se marchó, como no debía ser, en los brazos del tiro de arrastre.
José Garrido hizo lo que pudo. O creyó haber hecho lo que debía hacer. Se agarró de sus engaños para tratar de parar ese tren bala y no encontró forma. El toro lo desbordó, como, no nos digamos mentiras, hubiese desbordado a otros. La superioridad es un asunto definitivo en la lidia. Y aquí, señores, mandó el toro. Quedará en José alguna cicatriz que se borrará con el tiempo, cuando lo que pasó un día en este ruedo gris deje de ser una frustración y se convierta en lo que realmente es: una lección.
Y quizás también, algún día no lejano, José suba a esos Andes que miran desde arriba a Bogotá para conocer a ‘Maliciosa’, esa vaca de El Torreón a la que un día César Rincón le echó el ojo, y luego Carlos Barbero le echó otro ojo y ahora, nosotros, pusimos los nuestros en ese heredero que no se nos irá en mucho tiempo de la memoria.
Y lo otro importante de la tarde un torero de aquí. Sí, se llama José Arcila y la gente se ha acostumbrado a verlo pasar y a decir lo evidente: ahí va José. Pues sería bueno que a partir de ahora digan a boca llena: ahí va un torero. Y que además agreguen que es el suyo, el nuestro. Así, con el orgullo que da verlo cómo anduvo en ese segundo de la tarde, al que le ligó una faena en la que no faltó ni sobró nada. La firmeza fue la cuota inicial de su obra; el temple y el sitio, lo demás. El toro duró. De acuerdo, pero quien lo hizo durar fue José, con categoría además. Una oreja de peso, de esas que se guardan. Manizales quiere un torero. Un torero anda por Manizales.
El resto se fue en lámina y en mansedumbre. Y Luis Bolívar pagó la cuota por esto último. Pero la cresta muy alta de la ola que llegó cual tsunami en el cierre lo borró todo. Ah, y abrió la polémica.
Ficha de la corrida
Feria de Manizales 2017
4 de enero
Segunda corrida de abono
Seis toros de Santa Bárbara
De notable presentación y desiguales de juego. Vuelta al ruedo al sexto, ‘Malicioso’, #796, para el que se pidió el indulto. Los demás, mansos y descastados, con algunos sacando peligro como el quinto.
448, 450, 446, 456, 450 y 448 kilogramos
Luis Bolívar
Blanco y plata
Palmas y silencio
José Arcila
Sangre de toro y oro
Oreja y Palmas
José Garrido
Grosella y oro
Ovación y oreja
Detalles
Plaza casi llena. Gran presencia del denominado tendido joven que auspicia Cormanizales. Tarde fresca.
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