El Pregronero | Manizales
A las tres y treinta en punto sonaron clarines y timbales. A las tres y treinta en punto se desgajó el aguacero. No tenía por qué resultar siendo una premonición de que las cosas iban a salir torcidas, pero al final así fue la novillada de Salento se vino de revés y así se quedó, mansa, turno a turno, hasta el final.
Eso sí, cayó envuelta en papel de lujo, bien presentada. Con novillos toros bonitos, como segundo y sexto. Pero hasta ahí, porque por dentro escasearon de todo, comenzando por lo esencial, el fondo. En una sola palabra, deambularon. Con tan poco material, la llama se apagó rápido aunque el festejo se hizo largo, quizás por lo aburrido en los toros, más aún cuando es empapado, es dos veces aburrido.
Los toreros pusieron lo que se pone a sus edades: voluntad, ganas, sacrificio…Pero eso, y lo sabían ellos bien, tampoco iba a alcanzar. Igual, no merecen pasar inadvertidos. Por ejemplo, Guillermo Valencia. El de Popayán no solo empujó el carro, sino que supo para dónde llevarlo. En su primero, segundo de la tarde que además se le fue vivo, estuvo tan técnico como recursivo. Pero no en plan de pasar la materia sino en el de mostrar una cabeza que intenta resolver problemas. No merecía la suerte de los tres avisos, pero el toro se supo tapar, como se tapó durante toda la lidia.
En el otro, hizo lo más torero de la tarde. Pegó muletazos con firmeza a los que el ejemplar fue, en el mejor de los casos con media intención y además saliendo con la cara arriba, como quién dice esto no es conmigo. Pero hubo destellos de que el ahora hombre y ayer niño tiene con qué seguir en el proyecto de cumplir un sueño.
El mexicano Leo Valadez encontró, de salida, en el sexto alguna movilidad para lucirse. De ahí resultó esa larga desmayada con que remató sus lances de recibo y luego las zapopinas, mejor momento para el percal en un desierto de suertes. Pero después quien tuvo que embestir fue él porque el animal se aplomó. Alguna petición terminó en vuelta al ruedo. En su primero tropezó con una tormenta de genio que se impuso en el ruedo y a la que tampoco le encontró, no digamos el hueco de las agujas sino algún rincón decente para despacharlo, mientras el reloj volvió a decir la última palabra desde el palco.
Para El Choni, matices más y matices menos, la suerte fue parecida a la de sus alternantes. El novillo para abrirse de capa tuvo instantes de validez. Eso, instantes, pero nada serio. Las condiciones del piso con al agua rodando pudieron conspirar contra alguna posibilidad de aprovechar una cierta nobleza, pero ese no fue el factor definitivo. Más pesó la mansedumbre. Como manso perdido fue el cuarto, que no se enteró de nada y para el que el palco dejó oír los parches y metales que castigan el no se pudo.
Arriba, en los tendidos, la gente tuvo el inmenso mérito de quedarse, estoica, primero, frente a la abundancia de agua y, luego, ante la falta de bravura. El ruedo soportó el chubasco y la presidencia acertó.
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Ficha de novillada
61 Feria de Manizales
Seis novillos de Salento
Bien presentados. Descastados sin excepción y con genio el tercero.
380, 412, 404, 400, 428 y 394 kgrs.
El Choni
Caldero y oro
Silencio y silencio tras tres avisos
Guillermo Valencia
Barquillo y oro
Palmas tras tres avisos y palmas
Leo Valadez
Verde botella y oro
Silencio tras tres avisos y Vuelta al ruedo tras petición.
Más de media entrada. Lluvia fuerte en los dos primeros turnos.
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