Mañana es la votación del histórico plebiscito que ratificará o no el acuerdo firmado por el gobierno y las Farc. Me asusta ver al país tan dividido en torno a las dos posturas; el Sí y el No. Las familias, los amigos, la gente en general no coincide en su criterio y esto es un reflejo de la razón por la cual llevamos tantos años de conflictos. Además se han empleado para convencer tácticas que dejan mucho qué desear; por un lado el gobierno asusta con la amenaza del recrudecimiento de la guerra y por el otro los del No exacerban el odio, exhibiendo en las redes sociales imágenes de secuestrados y videos de mujeres violadas dando declaraciones descarnadas, pero aceptémoslo; los guerrilleros no son los únicos que han violado, asesinado y desaparecido en este país.
Entonces ¿nos merecemos la paz? ¿Hemos hecho el trabajo individual para hacernos correspondientes con la fortuna de vivir en una Colombia sin conflictos? No sé, me queda la duda, pero espero que la conciencia colectiva de este país se haya elevado lo suficiente para que la paz no sea una meta tan lejana.
Por mi parte voy a votar Sí a la pregunta del plebiscito, no por miedo ni por coacción, voy a votar porque considero que mi obligación como madre es darle una oportunidad a la paz. Soy absolutamente consciente de que este paso es apenas un primer peldaño en la larga escalera que nos conducirá hacia la paz verdadera y definitiva. Pero si nos quedamos al pie de la escalera y no nos atrevemos a dar el primer paso sería la aceptación de la guerra como modus vivendi de este país. Si mañana gana el No, habremos renunciado a nuestro derecho a soñar con una Colombia en paz y renunciar a los sueños es afirmar la vocación de muerte y de no futuro y yo no quiero eso para mi hija. A mi niña le estoy enseñando valores como la tolerancia y el perdón, entonces ¿cómo voy a votar no en este acto de perdón, que para mí simboliza este plebiscito?
Porque así las Farc se hagan llamar ejército del pueblo, están lejos de representarnos y aunque les cueste admitirlo y su soberbia les impida pedir perdón, sus actuaciones han dejado profundas huellas de dolor en este país y sí: necesitan que nosotros como colombianos los perdonemos.
En cuanto al contenido del documento me parece muy importante el apoyo que ofrece a la mujer campesina; la empodera y le entrega herramientas para que pueda construir su futuro y el de sus hijos. También me gusta que toque el tema de la regulación de las semillas transgénicas y priorice los cultivos con semillas nativas. Por supuesto deja en claro que la sociedad se construye con acuerdos, ampliando los espacios para la democracia y por tanto hace énfasis en la dejación de las armas y la exclusión del uso de la violencia como método de acción política. Es verdad que faltan asuntos por concretar, pero el país que queremos no se va a manifestar mágicamente por lo que contenga un documento, es una construcción lenta y, como tantas otras, con base en errores que habrá que corregir. Considero que debe haber un importante incentivo a la educación, porque ahí sí puede estar la respuesta al verdadero cambio de este país.
Mañana tendremos la preciosa ocasión de emular lo que dice la oración de San Francisco de Asís y ser instrumentos de paz, reemplazar el odio por bondad y la injuria por perdón, en fin, tenemos la oportunidad de subir ese primer peldaño de la larga escalera que nos llevará algún día a la soñada paz para nuestro país, mientras tanto cultivémosla en nosotros mismos.
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