La primera vez que oí hablar de Pacífico Tres fue en 2015, cuando regresé a Manizales. Se trata de la obra que agilizará el viaje a Medellín, mejorando la carretera que hay hoy, lo cual incluye un desvío que evitará atravesar el corregimiento de Irra.
Cuando oí eso pensé en un exalumno mío, cuyo negocio familiar ha sido la estación de gasolina que hay allí. Todo en Irra, desde las ventas de frutas hasta los restaurantes y artesanías, depende de los viajeros. Si la carretera se traslada, tendrá que trastearse el pueblo, o al menos los negocios que dependen de la vía.
Eso lo supe en 2015. Si el senador Mauricio Lizcano lo supo antes por haber tenido acceso a información privilegiada, y motivado por eso compró una finca para montar una bomba de gasolina, es algo que tendrán que comprobar las autoridades. Él dice que no fue así: que compró Guamerú porque es vecina de Las Libélulas, la tierra de su familia; que no sabía que en 1995 la pareja dueña de esa finca sufrió desaparición forzada; que fue comprador de buena fe y que no ha habido tráfico de influencias suyo ante Invías, la ANI, Minminas, ni nadie para que le dejen poner la bomba de gasolina que quiere abrir hace 5 años y que aún no logra montar. Dice que por eso ha perdido mucha plata.
Esta era la historia de claro interés público que estaba investigando Diana Salinas, reportera del equipo de 25 personas que se quedaron sin trabajo por el cierre del programa de Pirry. Si hubiese salido al aire en su espacio original quizás habría generado un comentario al día siguiente en alguna emisora o en una columna de prensa, y pare de contar. Pero RCN canceló el programa de Pirry con el argumento de proteger el rating y en cuestión de horas la gente hiló, quizás delgado, que Pirry estaba investigando a Lizcano, que Lizcano preside el Congreso, que el Congreso no le puso IVA a las gaseosas, que Ardila Lülle es el dueño de Postobón y del Canal RCN…
Más allá de lo que concluyan las autoridades (y más allá de la enorme ilusión que estas denuncias deben provocar en muchos políticos caldenses a un año de elecciones) este episodio constata que la censura no paga. Los periodistas se autocensuran, saben más de lo que dicen. Pero cuando lo que les impide publicar es una fuerza externa, como el cierre de un programa o un despido laboral, los reporteros hacen todo lo que pueden para sacar su información, y eso incluye regalársela a un colega.
En 1978 un periodista en Atlanta que investigaba corrupción local fue asesinado y como consecuencia llegaron reporteros de todo Estados Unidos a Atlanta para hacer eco de las denuncias. Lo mismo ocurrió con el “Proyecto Manizales” tras la muerte de Orlando Sierra, y se repitió en 2015 cuando mataron a la periodista Flor Alba Núñez en Pitalito, Huila. Cuando en 1997 mataron en Argentina al fotógrafo José Luis Cabezas, las ruedas de prensa con autoridades, sin importar el tema a tratar, se convirtieron en un espacio para preguntar siempre por este caso. En las censuras cruentas, y también en las sutiles, siempre ocurre que cuando se conoce o se sospecha de la presión, los periodistas sirven como caja de resonancia del dato que se quiere callar.
En su defensa del miércoles en W Radio, Lizcano dijo que ya sabía los temas sobre los que lo estaban investigando y que le pidió a Pirry publicar todo. También agradeció a la emisora abrirle espacio para dar su versión. Si su interés no era ocultar la información y al contrario tenía tantas ganas de explicarse ante la ciudadanía, me pregunto por qué esperó a que estallara el escándalo para hablar. En situaciones así otros se adelantan: convocan ruedas de prensa o le cuentan su verdad a un periodista amigo, como por ejemplo alguno de los muchos que a diario van al Congreso. Lizcano no hizo nada de eso: dejó que pasaran los días, quizás con la humana esperanza de que el escándalo no viera la luz, o que la viera parcialmente porque podría haber detalles que la periodista no conoció y por lo tanto nosotros tampoco.
El senador dice que el cierre del programa es una desafortunada coincidencia. La Fundación para la Libertad de Prensa Flip dice que sí es una coincidencia, pero sospechosa, y por eso lo denunció ante la Procuraduría y la Corte Suprema de Justicia. Casual o premeditado, el cierre del programa terminó perjudicando a Lizcano: la investigación que iba a salir por un solo medio fue portada de todos. Una avalancha de información tan fuerte que ni siquiera el enorme poder de un Presidente de Congreso puede atajar. Toda una moraleja.
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