La más violenta incursión armada que protagonizó las Farc en Caldas, durante sus años de dominación de este territorio, fue la que acometió contra Arboleda, corregimiento de Pensilvania, en límites con Antioquia. Sucedió el 29 y 30 de julio del 2000 y dejó 17 personas muertas, 13 de ellos policías y cuatro civiles, mientras que el cuerpo de otro uniformado nunca se halló, y desde entonces sigue reportado como desaparecido.
Alexánder Ballesteros Gallego se retiró como intendente de la Policía en el 2013, y aunque no fue parte de los policías atacados por los frentes 9.º y 47 de las Farc, se empeñó en contar lo que sucedió en esas horas amargas en las que esta población fue semidestruida, y que le sirvió a esta organización armada para consolidar una zona de guerra, que yo llamé en su momento "La otra zona de despeje". Eran épocas en que cada ataque a una estación de Policía suponía el retiro de la Fuerza Pública, y llegó un momento en que entre las cabeceras de Pensilvania y Samaná (Caldas) y Nariño (Antioquia) no se conseguía a un policía o soldado.
Ballesteros sin ser periodista hace una labor de reportería y recoge los relatos de los policías sobrevivientes y de sus familiares, también de algunaspersonas que perdieron a sus seres queridos, del corregidor y hasta de un guerrillero que estuvo en la toma. Es una obra que se debe valorar porque aporta en la reconstrucción de la memoria histórica de este país. Narra el dolor, el drama, la soledad, la violencia, pero también la capacidad de resiliencia, el perdón, la solidaridad de la gente que permitió a los policías sobrevivientes escapar de la muerte segura que les depararía caer en manos de la agrupación guerrillera, comandada entonces por la temida Karina.
Seguramente había otras formas de contar esta historia. Un novelista hubiera reconstruido de manera diferente lo que sucedió cuando los cilindrosbomba y un carro cargado de explosivos destruyeron edificaciones y casuaron muertes. Tal vez un periodista de oficio lo hubiera contado como un gran reportaje, pero Ballesteros hizo lo más sensato que se puede hacer, dejar hablar a los protagonistas, que ellos cuenten su experiencia. Sin circunloquios y sin efectos literarios, eso sí, como nos pasa a todos cuando hablamos, llenando los vacíos de la memoria o de las palabras con lugares comunes. El testimonio tal y como fue narrado.
Tiene el valor Arboleda Caldas horror y esperanza, que para su escritura el autor se dejó asesorar en gramática, sintaxis, puntuación y ortografía de un conocedor de estas lides, José Jaramillo, y eso hace que el texto sea cuidado.
Claro, esta es la versión de un policía que ve desde su óptica a los suyos como víctimas y eso se nota en algunos apartes, pero eso tampoco le impide criticar la falta de apoyo para esos policías que lograron soportar la arremetida. Hubo un testimonio que no logró, porque esa persona no quiere recordar los tristes momentos, y lo respeta, porque entiende que cuando se trata de dolor, cada quié lo vive de manera distinta y lo supera o lo padece de diferente forma.
En este país de guerra, los policías también son víctimas, como seguramente lo son guerrilleros y, por supuesto, como casi siempre, la población civil. Es necesario escribir estas historias, los millones que hagan falta, para empezar a sanar. Hay que agradecer a personas como Ballesteros que permiten reconstruirla para que las nuevas generaciones se enteren y no se repita.
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