"La guerra fue y será una porquería ya lo sé. En el 506 y en el 2000 también..." parafraseo a Enrique Santos Discépulo, autor de Cambalache, el testimonio más certero que se ha cantado de lo que somos capaces de hacer con la humanidad que nos queda. Él habla del mundo, yo creo que dela guerra.
La guerra no tiene rostro de mujer, ese libro que tenemos la fortuna de leer gracias a la fama que recibió la periodista Svetlana Alexiévich tras ganar el premio Nobel de Literatura hace un año y que reivindicó el periodismo como género narrativo de calidad.
En este texto, la bielorrusa aparece un poco más como narradora que en Voces de Chérnobil, del que ya hablé en este mismo espacio, y en el que le entrega todo el protagonismo a las víctimas de esa tragedia silenciosa. En este, en cambio, ella cuenta parte de sus dilemas, aunque sin buscar protagonismo, solo reflexiones o explicaciones para tratar de entender lo que sigue.
Recoge los testimonios de cientos de mujeres que participaron en la Segunda Guerra Mundial con la Unión Soviética y defendieron a sus países y el estigma que las cobijó en algunos casos, el daño que les significó esto a sus vidas o el dolor de haber combatido por un régimen que después las trató tan mal como a cientos de combatientes que regresaron como sospechosos por haber tenido el infortunio de caer detenidos y ser torturados en campos de concentración alemanes.
Alexiévich tiene la virtud de hacer de estos relatos un coro que permite sentir el dolor de las víctimas. La mayoría de estas mujeres eran unasjovencitas cuando se lanzaron a defender a su país y lo hicieron con honor y valentía, y sufrieron el rigor de lo que fue esta matanza, porque de eso se trató, sobre todo al principio de la invasión alemana. También algunas valientes mujeres son capaces de relatar las atrocidades que ellas mismas protagonizaron, como victimarias, porque la guerra degrada, hasta el punto que muchas lo que hicieron al volver fue guardar sus condecoraciones y no hablar nunca del asunto, hasta que se atrevieron a contarle los detalles a la periodista y hoy nobel de Literatura.
El socialismo usó a las mujeres como combatientes regulares. Las guerrillas latinoamericanas hicieron réplica de este método y por eso seguramente en la etapa que empieza Colombia de un postacuerdo con las Farc podremos encontrar testimonios de mujeres que durante años han sido combatientes y, de acuerdo con el mensaje de muchas de ellas, una y otra cosa no son compatibles. De ahí el título que le da Alexiévich a su libro: La guerra no tiene rostro de mujer.
Es lamentable que se empiecen a repetir nombres geográficos de ciudades azotadas por la Segunda Guerra Mundial y siguen sufriendo consecuencias: Minsk, Donetsk y otras que ahora se repiten, pero en la guerra con los que antes fueron sus camaradas y ahora motivan a sus enemigos.
"...pero que el siglo XX es un dechado de maldad insolente no hay quién lo niegue..." y ya vamos en el XXI y la maldad, ahí.
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