Es una novela, es un ensayo es un diario de viaje. El año del verano que nunca llegó es todo eso y mucho más. El autor se lo pregunta en las últimas páginas y tiene razón en que le asalte la duda. Ya sabemos que los escritos de ficción de William Ospina bien pueden describirse como novelas ensayísticas o como ensayos novelados, en los que hay una gran investigación de fondo.

El asunto es que en esta oportunidad el relato de la investigación es la novela. Avanza en su recorrido indagando por esa larga noche del falso verano de 1816, en la que el mundo se oscureció y hubo por lo menos una noche que duró tres días, o mejor, tres noches de 24 horas cada una.

Es novela porque ahonda en las pasiones de los personajes  y crea un mundo, el de esa larga noche que reúne en una villa de Ginebra a Shelley, a Polidori y a Byron, pero también a Mary Shelley y a Clara Clairmont para descubrir luego que todo está conectado.

Es ensayo porque nos va contando cómo el romanticismo nace como respuesta al racionalismo y este contraataca, o por qué las catedrales góticas responden a preguntas de la humanidad o por qué justamente hay tantas conexiones para que esa noche de tres noches fuera propicia para engendrar a los muertos vivientes, Frankestein y el vampiro.

Y es un diario de viajes porque Ospina nos lleva a hermosos recorridos por su Buenos Aires, su París, su Quito, su Ginebra y su Padua (Tolima), en las laderas de Cerro Bravo, esa otra catedral gótica tallada en piedra, que amenaza con echar fuego.

Esta novela es un canto a la vulnerabilidad del universo y a ese juego de dados que es el destino. Si quiere conocer más sobre ella asista a la presentación del libro con el autor.

Cuándo: Hoy, 6:30 p.m.

Dónde: Teatro 8 de junio Universidad de Caldas.

Costo: Gratuito.

Invita: Semillero de investigación El Ornitorrinco.