En nuestro medio se entiende por café especial, cualquiera al que se le reconozca algún tipo de sobreprecio por mínimo que este sea. Denominarlo así por este simple hecho ha sido una herramienta estadística, con la cual nos presentan la mayor parte del café de Caldas en esta categoría. Datos del Comité Departamental de Cafeteros muestran 67% del área sembrada vinculada a cafés especiales, con participación del 40% de los caficultores, 47% de las fincas y 13.400 productores; aparentemente seríamos una potencia en producción de este tipo de café.
El esfuerzo institucional ha incluido gran cantidad de productores en estos grupos, pero los beneficios son exiguos en comparación con los sobreprecios que alcanzan estos cafés en el mercado. Nos esmeramos por producirlo bien y nos conformamos vendiéndolo barato. No hemos encontrado el mecanismo justo y expedito para comercializar por taza el inmenso potencial de Caldas, y otros departamentos, que dirigen sus esfuerzos en ese sentido, nos han tomado la delantera.
El principal objetivo de nuestro trabajo ha sido demostrar que mucho de lo especial no está en el café, sino en los caficultores. Convencernos de que con un trabajo esmerado, consistente, tecnificado y basado en conocimiento, se puede llegar a estándares de calidad muy altos que permitan colocar el departamento en el mapa de los cafés especiales del mundo. 
Producir calidad es un elemento necesario, pero no suficiente si queremos capturar el valor generado por los productores en el origen; nuestro trabajo debe incluir innovación comercial e involucrarnos más allá en la cadena de suministro. Las tecnologías de la información y las telecomunicaciones (TIC) permiten desarrollar múltiples herramientas que enriquecen la oferta y la promesa de valor del producto. 
La principal, estandarizar por medio de herramientas tecnológicas procesos que permitan ser consistentes en los sabores de la bebida, que encontrar algo excepcional en calidad no sea un hallazgo accidental, que pueda ser repetible en forma sistemática, para satisfacer la demanda de clientes que permanentemente están comprando. Controlar y registrar de qué lote o finca proviene cada café, seleccionar la masa que entra a beneficio, procesar solo maduro, contabilizarlo, controlar procesos de fermentación y PH. En secado: temperaturas, tiempos, periodos de descanso, niveles de humedad, y ligar todo lo anterior al resultado de taza en laboratorio, que lo lleven a puntuaciones de calidad arriba de 84-85 puntos SCAA (Specialy Coffe Asociation of América). Un código QR en cada saco o bolsa de café permite acceder a toda esta información.
La trazabilidad (productor-cliente y viceversa), es un elemento diferenciador fundamental en productos agroindustriales con denominación de origen, saber de dónde viene, quién lo hizo, cómo lo hizo, cómo impactó el medio ambiente, qué historias se tejen alrededor, son ingredientes que valorizan, se pueden explotar y por esa trazabilidad los mercados reconocen sobreprecios significativos.
Herramientas tecnológicas de uso comercial, la presencia en sitios web, redes sociales, comercio electrónico, aplicaciones de teléfonos móviles, permiten que nos conozcan y que contactemos clientes interesados en nuestro producto. En este mercado, los clientes están interesados en calidad, trazabilidad e historias; nunca en visitas que hemos recibido nos han preguntado por sellos de sostenibilidad. A los compradores de especiales esto no les interesa y seguimos empeñados en producir café para sellos a precio de commodity.
Hemos construido una herramienta tecnológica basada en cuatro pilares: generación de valor en origen, captura del mismo, retorno al productor para que sea sostenible, y todo, bajo un marco de transparencia, donde el cafetero conozca su cliente, cuánto pagó por su café, cuánto costó la logística, cuáles son los diferenciales que se generan en el modelo y cómo se redistribuyen. Para el comprador: saber a quién le compró y cuánto de lo que pagó está retornando al agricultor.