El “Fair Trade”, comercio justo en café, está determinado por un sistema de certificaciones que expiden organizaciones internacionales como Fairtrade Labelling Organization International (FLO); Fair Trade USA; o gigantes del mercado cafetero (Nespresso, Starbucks, Rain Forest, UTZ, etc.), que han ideado sellos con los cuales certifican los cafés que compran bajo normatividad expedida por ellos. Nuestras cooperativas, asociaciones o productores, deben acogerse a dichos códigos de conducta, pagar y hacer las inversiones para que les adjudiquen la certificación. Estar certificado permite comercializar a través del canal, donde supuestamente, los productores reciben mejores precios o beneficios comunitarios. Hasta ahí suena maravilloso.
Un artículo de Bruce Wydick, profesor de economía de la U. San Francisco, recopila una serie de estudios de universidades serias donde muestra por qué el "[1]Fair-Trade" no funciona. Estudios de Janvry de U.C Berkeley y McIntosh de U.C San Diego, plantean que, cuando los precios mundiales de café están bajos, más productores tratan de certificarse para canales “Fair-Trade”, lo cual aumenta la oferta de café certificado dificultando venderlo con sobreprecio. Encontraron después de 13 años de seguimiento en cooperativas de Guatemala, que los costos en que incurrieron los productores certificados lo habían pagado con los beneficios de precio del café certificado, es decir, cero.
Otro estudio de la U. de California estima que los costos de certificación para el productor son de US $0,03 por libra/año (en Caldas la prima más alta es de US $ 0,06, la mayoría son de US $0,02 o US $0,03), lo cual no parece mucho, pero en general es mayor al precio que reconoce el mercado “Fair-Trade”. Barham, de la U. de Wisconsin, encontró que las restricciones en fertilizantes y agroquímicos, más la normatividad ambiental y social, disminuyen los rendimientos de los productores. Plantea que si los consumidores quieren preservar el medio ambiente, deberían pagar para ello y no cargar esos costos a productores empobrecidos. No olvidemos que los consumidores ya lo pagan, lo que sucede es que se pierde en la cadena.
Raluca y Nunn, de la U de Harvard, encontraron en Costa Rica modestos beneficios del “Fair-Trade” y solo para productores tecnificados. No hubo impacto positivo en trabajadores o educación infantil y un impacto negativo en productores no tecnificados. Bruce Wydick de U San Francisco, CA, analiza los “impact report” de Fair Trade USA, disponibles en su página web, encontrando que los reportes no demuestran con estándares científicos creíbles, beneficios en poblaciones involucradas.
En un artículo del “The Stanford Social Innovation Review”, Haight encuentra que, sobreprecios pagados por café “Fair Trade” de US $ 0,20 por lb, para inversiones sociales y organizaciones, se invierten en edificaciones de cooperativas y salarios de funcionarios, no en escuelas, lo que explica la imposibilidad de demostrar el impacto del comercio justo en educación.
Revisando la literatura al respecto se encuentra información más sorprendente aún: Un experimento de estudiantes de posgrado en San Francisco (CA) y publicado en “The Taste of Many Mountains”, encontró que los consumidores de café certificado pagan US $0,50 de sobreprecio por taza, cuando los precios están a la baja, pero lo máximo que percibe un productor certificado por la misma taza es de un tercio de centavo de dólar.
En Colombia los sobreprecios de café certificado van desde US $0,02 a US $0,06 por lb, y nuestra problemática es similar a otros países. Nuestras cooperativas acopian para multinacionales, utilizando la infraestructura institucional perteneciente a los productores y pagada con nuestra contribución y la del gobierno. Si analizamos críticamente el “Fair-Trade”, lo inventaron las grandes empresas supuestamente para proteger a los productores, pero pagado por estos últimos. Brillante.
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