Hace 12 años, en este mismo espacio en una columna bautizada con igual nombre, me referí al paro de mulas… tractomulas, y camiones que por aquella época tuvo en vilo al país y que tan nefastas consecuencias trajo para la economía. Hoy presenciamos el paro número 13 en los últimos 15 años, esta vez con al menos la mitad de las ‘mulas’ inmovilizadas.
Pero lo curioso del tema es que hace 12 años el meollo del asunto radicaba en la ‘tabla de fletes’ que por aquella época, en opinión de los propios transportadores, el gobierno había fijado alta, lo cual les permitía a los transportadores más eficientes cobrar unas tarifas menores, dejando en desventaja a los pequeños empresarios del transporte.
Casualmente hoy, uno de los temas de discusión continúa siendo la tabla de fletes, pero esta vez agravada por una guerra de tarifas, generada a su vez por una sobreoferta de tractomulas y camiones, matriculados unos de forma irregular y otros ingresados al parque automotor sin ninguna planificación ni criterio técnico. Y, ‘no hay carga pa’ tanta mula’.
Pero sumado a lo anterior, alegan los propietarios de las mulas que no están satisfechos con el manejo que se le ha dado al proceso de chatarrización, pues hoy existen al menos 25.000 tractomulas con más de 25 años y cerca de 50.000 pequeños camiones pendientes de convertirse en chatarra. El lío, según los medios de comunicación, es que algún particular, líder del paro, quiere apropiarse del proceso y en eso el gobierno tendrá que ser inflexible y no acceder a semejante despropósito.
Lo cierto es que el daño que le hace al país es gigantesco. A la tan mencionada inflación que ya alcanza los dos dígitos en buena parte del país, incentivada por el Fenómeno de El Niño y el alza del dólar, se le suma ahora otro elemento no menos importante como es el paro camionero. Y agréguele a ello las pérdidas que todo ello le acarrea al sector productivo, que debe asumir los sobrecostos por incumplimiento de entregas, además del desabastecimiento de alimentos ocasionado en algunas regiones colombianas.
Parece como si el tiempo se hubiera detenido. Hace 12 años, en la columna que les refiero, escribí: “Y, a pesar de los esfuerzos del gobierno por contrarrestar sus efectos, cientos de toneladas de alimentos, carbón, cemento, madera, acero, abonos, café, rines, muebles, gallinas, aguardientes, rones, etc, etc, etc, dejaron de salir de sus orígenes y en unas zonas del país se vieron incrementos de los precio de algunos productos cuya oferta fue limitada”.
Y agregué: “Lo que hay que reprochar, y castigar con firmeza, son los grotescos actos a los que recurrieron algunos camioneros de bloquear vías, agredir a conductores, atentar contra los vehículos y vociferar amenazas de toda índole a los que estaban prestando el servicio”. Es decir, la historia se repite y así ha sido prácticamente igual en los últimos 15 años, en los que se han registrado 13 paros de mulas… tractomulas y camiones.
Ahora bien, ¿quién tiene la razón? El asunto no es de poca monta. Hay posiciones encontradas y seguramente serán muchos los argumentos que podrán rescatarse de cada una de las partes. Pero sobre todo, es hora de proteger a los pequeños propietarios de vehículos de carga y no abrirle porque sí las puertas al capital extranjero que observa expectante el desenlace del proceso.
Qué paradoja; la semana pasada entró en vigencia el famoso TLC con Corea, firmado dizque porque una de nuestras ‘fortalezas’ sería la producción de alimentos. ¿Se imaginan exportando productos del agro en medio de un paro camionero?
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