Aterradora, por decir lo menos, la cifra de 98.205 empresas cerradas y liquidadas el año pasado en Colombia. Y aunque dicha cifra hay que cotejarla con las 301.334 empresas creadas en el mismo año (según Confecámaras), no deja de sorprender el hecho que cada día cierren un promedio de 269 empresas, situación que debería prender las alarmas del gobierno nacional, ya que de nada sirven tantas campañas (…‘publicitarias’) para el emprendimiento, creación de nuevas empresas y negocios, así como para la formalización y generación de empleos. ¡Esfuerzos ‘casi’ perdidos!
Realmente son muchas las causas por las cuales una nueva empresa, que abre con grandes expectativas de vender mucho y crecer rápido, se ve en la penosa obligación de cerrar a los dos o tres años, por no lograr superar la primera etapa de su vida empresarial, comúnmente denominada por las escuelas de negocios modernas como ‘El valle de la muerte’.
Este nombre, que se asemeja más a una película del oeste americano, no es otra cosa que la primera etapa del ciclo de vida de toda empresa; y corresponde al periodo transcurrido entre el inicio de operaciones hasta cuando logra superar su punto de equilibrio, es decir, cuando los ingresos por ventas cubren sus costos fijos.
Lo cierto es que el mayor índice de mortalidad de empresas ocurre cuando éstas atraviesan ‘El valle de la muerte’. Pero, ¿cuáles son las razones para que ello suceda? Veamos solamente tres que explican en buena parte el fenómeno: Insuficiencia de capital; no adoptar las mejores prácticas en la administración y dirección; y el agobio por la excesiva ‘tramitomanía’ y las pesadas cargas tributarias.
En muchas ocasiones las empresas nacen con los fondos insuficientes para operar los primeros años de vida. Y ello se debe a la falta de una planeación financiera que asegure el flujo de caja necesario para salir adelante. Por eso, antes de emprender una nueva empresa, asegúrese de contar con un buen Plan de Negocios. Así mismo, muchas empresas se ven obligadas a cerrar por culpa de las malas prácticas en su administración, dirección y control, y por no tener una estrategia clara.
Pero la tercera causa citada no es menos importante. Desde el mismo momento de iniciar los trámites para la constitución de la empresa, comienza el martirio: Rut, licencias, impuestos municipales, Cámara de Comercio, afiliación a seguridad social, etc., solo por mencionar algunos. Y súmele a ello la pesada carga tributaria, que asfixia inclusive a los poderosos.
No en vano hemos visto cerrar recientemente empresas como la multinacional Mondelez (Chiclets Adams), Icollantas-Michelin, Bayer y Mazda, que aunque abandonaron Colombia por variados factores, hay que reconocer que el régimen tributario fue uno de ellos, pues decidieron irse a donde las condiciones les resulten mejores para su rentabilidad y competitividad.
Nadie puede negar que en nuestro país la carga tributaria es muy alta. Según estudios del Banco Mundial, Colombia se ubica en el puesto 146 en el ranking tributario; y sumando impuestos nacionales, departamentales y municipales, una empresa colombiana paga el 75,4% sobre la utilidad neta, mientras que México, por ejemplo, paga el 52%
Por ello urge que en Colombia se adopten los correctivos para que las empresas sean capaces de atravesar ‘El valle de la muerte’ sin tener que liquidarse con escasos dos o tres años de vida. Ojalá, la próxima reforma tributaria no complique más las cosas y por el contrario traiga cambios que aminoren las cargas. Aunque no invita a ser optimistas, pues el bajo precio del petróleo abrió un hueco fiscal gigantesco que habrá que tapar de alguna manera.
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