El pasado 23 de junio se dio otro gran avance en el camino que conduce a la culminación de la confrontación armada con las Farc ya que, como se sabe, con el aplauso y acompañamiento de la comunidad internacional, se suscribieron los acuerdos relativos al cese al fuego bilateral, garantías de seguridad para los desmovilizados y sobre refrendación; con los cuales se disiparon muchas de las dudas que persistían.
Las Farc y el Estado colombiano convinieron inicialmente el cese al fuego bilateral y acordaron que los subversivos se concentrarán en 23 veredas del país, por un período limitado, en espacios que no compartirán con la población civil, de los cuales no podrán salir armados, mientras se verifica la entrega de las armas y la reintegración a la vida civil, de todo lo cual se hará un estricto monitoreo con la participación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
También acordaron mecanismos para garantizar la seguridad de las poblaciones vulnerables y de los desmovilizados dentro de lo cual previeron mecanismos orientados a tender puentes a las llamadas bandas criminales para facilitar su sometimiento a la justicia. Así mismo decidieron conjuntamente dejar en manos de la Corte Constitucional la definición del mecanismo de refrendación popular de los acuerdos.
Dicho logro significa varias cosas: que en el futuro inmediato se descarta de manera definitiva la guerra como opción para perseguir objetivos políticos y que se reivindica la contienda electoral y democrática como el único camino para su conquista; que se activa en los colombianos la posibilidad de imaginar un país próspero y en paz y no solo soñarlo sino también convertirlo en realidad; y, que podemos comenzar a superar los ciclos de la violencia en que hemos estado sumidos desde mediados del siglo pasado.
Con este gran avance se puede esperar que esa ingeniería de la paz que se está desarrollando cada vez cuente con más obreros, que esto nos ayude a ir derrotando la desconfianza en el proceso de reconciliación, y nos acerque a la realización de ese horizonte soñado. La incertidumbre se derrota con el compromiso de todos, de que atendamos el susurro que desde nuestro interior nos invita a sumarnos a la campaña por la paz.
Debemos reflexionar sobre las consignas de los que se oponen a los acuerdos alcanzados, voces según las cuales no se puede aceptar una paz con impunidad así como tampoco con elegibilidad de los violentos, ya que nada garantiza que de continuar en la guerra se puedan aplicar con el mayor rigor las penas de prisión a todos los causantes del dolor, y que precisamente lo que buscamos es que las reivindicaciones que dicen perseguir por la vía de las armas las Farc las persigan por el camino de los votos, con lo que es imprescindible que algunos de sus nombres sean puestos a consideración del electorado, lo cual resultaría imposible si no podrían ser elegidos. En todo caso la continuación de la guerra no va a ser financiada exclusivamente por los que quieren su continuación a toda costa, quienes tampoco van a ofrendar a sus hijos y nietos a la muerte.
Las únicas guerras que debemos continuar son contra la pobreza y por tanto contra la corrupción y la falta de oportunidades para ver si podemos ver cumplido ese mandato constitucional vinculado con el cumplimiento de los deberes sociales del Estado.
Esa paz que se acerca no es de nadie, sino el producto de la política de paz de los gobiernos de los últimos treinta años. Bienvenido ese nuevo futuro.
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