Sonia Rocío De la Portilla Maya * smaya@umanizales.edu.co
Hablar de resiliencia, nos conduce a imaginar atributos de fortaleza y superación que acompañan a una persona durante las situaciones traumáticas, no solo para lograr sobreponerse a ellas, sino incluso para vencerlas. Pues bien, estos atributos pueden estar presentes como un todo, en un colectivo de personas con identidad particular, tal como la familia. Si reconocemos en ésta, la función de segundo vientre, núcleo de seguridad y desarrollo para el ser humano, su dinámica y estructura pueden representar una red fuerte o débil, la cual se evidencia solamente ante las situaciones críticas de sus miembros. El impacto mayor o menor en todos y cada uno de sus integrantes estará determinado en gran medida, por la capacidad de contención y protección del equipo que lo conforma y sostiene.
En este sentido, resulta interesante reflexionar acerca de los elementos que fortalecen o anulan tal capacidad. La resiliencia familiar, podría definirse como el conjunto de patrones de conductas positivas y competencias funcionales, (adecuada comunicación, expresión afectiva, manejo de emociones negativas, solidaridad, cooperación, respeto), que la unidad familia demuestra bajo condiciones de estrés o circunstancias adversas manteniendo su integridad.
Esta asegura y restaura el bienestar de cada miembro y de la familia como un sistema, tras una serie de remesones, muchas veces dolorosos y costosos, pero necesarios para la reorganización de recursos y necesidades del nuevo equilibrio. Los obstáculos incentivan el esfuerzo sostenido hacia una meta, enriqueciendo los vínculos afectivos entre sus miembros. El resultado final, es entonces, la estabilidad dinámica, con nuevos aprendizajes que confieren sentido a la experiencia.
En términos resilientes, la unidad familiar, sus valores y sistemas de creencias, el tiempo compartido, las rutinas y tradiciones familiares, se viven con un sentido distinto, como una segunda oportunidad para la vida.
Generalmente, tras la experiencia traumática familiar, los grupos resilientes permiten a sus miembros ir ascendiendo progresivamente en su escala motivacional, desde los niveles básicos (supervivencia, pertenencia y auto estima), al nivel intermedio (la auto realización personal), y luego al superior (abrazar una noble causa, dejar una huella, servir y ser útiles a los demás).
Permite pasar del “yo al nosotros”, cambiando la perspectiva de valores e intereses de lo que es bueno para mí, por lo que es bueno para nosotros.
* Psiquiátra psicoterapeuta infantil y de familia – Docente de la Universidad de Manizales.
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