Sonia Rocío De la Portilla Maya * smaya@umanizales.edu.co
En días pasados tratamos la conciencia psicológica como el proceso de darse cuenta de sí mismo y del mundo. Desde otra perspectiva, la conciencia moral se puede entender como el juicio crítico de la razón que impulsa al ser humano para hacer el bien, evitar el mal y asumir la responsabilidad por las consecuencias de sus actos. Todo esto de acuerdo a un conjunto de valores interiorizados por la cultura, para el sano desarrollo social en un momento histórico.
Significa entonces que reconocemos la existencia de “otros”, con intereses, derechos y necesidades diferentes a las nuestras. Implica el hecho de dolernos e interesarnos por lo que acontece a los demás, para actuar de forma recta, equitativa y solidaria.
Tal vez, un síntoma del detrimento de una sociedad sea el debilitamiento de esta conciencia moral que conlleva a la indiferencia ante los males que ocurren a nuestro alrededor, con cierta anestesia o acostumbramiento a situaciones -que a pesar de ser cotidianas- no dejan de lesionar la dignidad, la libertad, la autonomía y el respeto del hombre por sí mismo y por los demás.
Este puede ser el caso de nuestra amada Colombia, con su historia de más de 50 años de conflicto armado, que hoy se aproxima tímidamente hacia el camino de la reconciliación.
Así como el estar despierto es el primer paso para comenzar a estar psíquicamente consciente, reflexionar y educar, la conciencia moral es el punto de partida para consolidar un verdadero proceso de paz.
Es preciso emprender una transformación cultural desde la educación en valores, la formación ética -incluso desde la dimensión espiritual- para construir una civilización pacífica y unida en medio de la diversidad.
Nada justifica usar un mal pretendiendo hacer un bien ni mucho menos disfrazarlo con premisas progresistas que lo encubran o lo legitimen. Mientras cada colombiano no revise su conciencia, considerando como mínimo el no hacer a otro lo que no quisiera que a él le hiciesen, o acepte su participación en el conflicto por acción, omisión o indiferencia, no existirá lugar para aprovechar las riquezas del auténtico perdón y reparación.
Necesitamos renacer en la reconciliación cediendo espacios y oportunidades a quienes no las han tenido, apagando la llama de la violencia alimentada por generaciones de dolor y rencor.
* Psiquiátra psicoterapeuta infantil y de familia – Docente de la Universidad de Manizales.
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