Si el distinguido lector es padre, si pretende serlo o al menos ha pasado por la experiencia de ser hijo, seguramente se formulará esta pregunta.
Una fábula cuenta que un peregrino observaba a un hombre cansado y sudoroso que picaba piedras, y le preguntó: “¿qué está haciendo señor? -"Acaso no ve, pico piedras; es duro, me duele la espalda, tengo sed, tengo calor. Practico un pobre oficio, soy un pobre hombre”. Prosiguió su camino y vio a otro hombre que picaba piedras, pero no se veía tan mal. “¿Señor qué hace? -Gano mi vida. "Pico piedra, no he encontrado otro oficio para alimentar a mi familia, pero me conformo". Luego se aproximó a un tercer picapedrero sonriente y radiante, a quien le hizo la misma pregunta, a la cual respondió: “yo señor, construyo una catedral”.
El hecho es el mismo, aunque el significado es distinto. Sucede igual con el sentido que cada uno atribuye al rol de ser madre-padre. Este está condicionado por nuestra historia personal y el contexto social; no obstante, es susceptible de transformación, y trascendencia optando por ser artífices en la edificación de esa catedral, los hijos.
Los buenos padres no solo proveen cuidados y protección. Permiten con su propia persona, que el hijo evolucione hacia la construcción de su verdadero “Yo”, ejerciendo una labor afectiva, formativa, una experiencia apasionante y creativa, un arte, más que una ciencia. No se necesitan reglas complicadas, solo darles seguridad, disfrutar con sus logros, fomentar la autonomía con flexibilidad, paciencia y sensatez. Tejer relaciones gratificantes, permitiendo paralelamente la “frustración óptima”, (normas y límites) necesarios para la socialización, el sentido del esfuerzo, el logro y la cooperación, que lo capaciten para superar las dificultades de la vida.
La seguridad es una actitud de los padres que se transmite a los hijos incluso en caso de guerras o catástrofes. Lo mismo ocurre con la ansiedad y el miedo. Durante los primeros años de vida, el niño percibe el modelo de realidad trazado por sus padres, grabando esquemas que luego repetirá inconscientemente con sus futuros hijos. “El niño es el padre del hombre”, Freud.
Tenga en cuenta que los consejos de los expertos no ayudarán a los padres si éstos carecen de las experiencias internas apropiadas, a menos que creen conciencia, sanen y reaprendan. Nunca es tarde.
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