Tradicionalmente, ha existido en las diferentes culturas, personajes fantásticos tales como el Papa Noel, la cigüeña y el ratón Pérez, entre otros; los cuales han recreado el mundo de las representaciones mentales infantiles, operando como puentes que han permitido atravesar las barreras del mundo interno y progresivamente avanzar hacia el conocimiento del mundo exterior. Mediante la fantasía, también se estructuran ilusiones y valores colectivos ligados a la cultura, tejiendo la socialización, el sentido de pertenencia y la identidad personal. Nos dan cuenta de ello las narraciones costumbristas, fábulas, poesías, y muchas expresiones artísticas, que nutren nuestra historia.
De este modo, el niño va extractando a partir de sus fantasías, símbolos que proporcionan distintas funciones, todas ellas necesarias para su desarrollo psíquico, tales como: llenar los vacíos de aquello que debería estar y no está como sucede ante la pérdida de alguien significativo; prolongar aquello que gratifica y da seguridad, o simplemente, completar aquellas situaciones no comprensibles de su derredor. En esto, han coincidido diferentes autores. Por citar algunos: Henry Wallon enfatiza que el niño recrea lo ausente; y Melanie Klein afirma que el niño “alucina el objeto ausente”.
En estos términos, el pediatra y psicoanalista Winnicott, manifiesta la importancia que tiene para el niño, ciertos objetos de su preferencia, que actúan como representaciones de sus seres amados (madre-padre), a los cuales él se aferra, permitiendo en su fantasía la continuidad de su presencia, cuando éstos llegan a ausentarse físicamente. A tales objetos se refiere Winnicott, como “objetos transicionales”, toda vez que, ese muñeco, mantita u almohadón dan tranquilidad y sensación de seguridad maternal o paternal.
Esta simbolización imaginaria, estaría favoreciendo el proceso de “maduración” que daría paso a la “individuación”.
Para efectos prácticos, podemos aprovechar estas fiestas y sus símbolos de manera creativa, permitiendo a nuestro niño interior, recrear su infancia, muchas veces perdida, alimentar su alegría y la esperanza, abrir novedosos caminos para unir la familia en torno a las experiencias vividas y trascender a la vez hacia una nueva realidad construida a partir de la reconciliación, el perdón, la aceptación de aciertos, errores y las diferencias interpersonales.
Aprovechemos cada momento para dejar una huella perdurable en todas aquellas personas que amamos.
¡Hagamos historia, viviendo el mejor presente y proyectando el anhelado futuro! Felices fiestas.
* Psiquiatra infantil.
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