Para todos aquellos lectores que tuvieron a bien, hacer un auto análisis de su vida y descubrir sus situaciones de posible desconexión moral, (explicada anteriormente), para los que la han padecido o han sido víctima de ésta, asoma una luz de esperanza.
Partamos en primer lugar por reconocer que nuestra naturaleza humana es eminentemente social y lo que pensamos, decimos y hacemos, repercute en los demás, para bien o para mal. Freud decía que de las tres causas de sufrimiento humano “las relaciones con los otros seres era la causa más frecuente e importante. Se refería al dolor social, entendido como"el padecimiento originado en las relaciones humanas como conjunto”.
Lo contrario al sufrimiento sería la felicidad, deduciendo entonces que ésta será posible si entre todos construimos relaciones humanas responsables, respetuosas, solidarias, honestas y pro sociales. Sin embargo, se confunde fácilmente felicidad con bienestar o placer inmediato. Es el caso del drogadicto que empeña su vida, su salud y su familia, tras un instante de placer, o del personaje público corrupto, que vende su conciencia, enlodando el honor de sus compatriotas, e hiriendo a su desangrado pueblo colombiano, tras un puñado de monedas.
La felicidad, en cambio, es el resultado de una representación trascendente de una esperanza, o de un proyecto de vida. Se construye siempre en el encuentro con el otro y se cimenta en el núcleo social que lo contiene. Por tanto, es un fruto de elaboración personal que amerita ser desarrollada, más aún, si hemos sido lastimados o desafortunados.
Cyrulnik, experto mundial en resiliencia expresa que: “No es tanto en el herido en el que hay que influir con el fin de que sufra menos, es en la cultura y en la sociedad que lo sostiene”.
Somos Colombia, patria herida por el azote de la violencia y corrupción. Aunemos esfuerzos para sanarla. Dobleguemos nuestro ego, dándole paso al “nosotros”, ampliando a la vez sus fronteras para que nadie se quede por fuera del territorio de lo que nos importa, de lo que nos duele. Unamos las manos en señal de reconciliación, repararemos las heridas y lavemos la desvergüenza, recuperando y transformando vidas con nuestro ejemplo. Uno a uno extendamos la luz de la esperanza!
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