Tantos dolorosos testimonios de vida de este país son el fruto de la violencia, el odio, la arrogancia, la soberbia, la envidia; familias, amigos, vecinos que lloran la ausencia de seres queridos y significativos, proyectos de vida que se han quedado truncados por el miedo, la amenaza, el desasosiego y la desesperanza.
Sin embargo, a pesar del horror y la tragedia, existen también historias que merecen ser contadas y recordadas, estas han surgido en medio de la adversidad a partir de los recursos de afrontamiento y las ayudas que se han permitido recibir.
María Inés llegó de un pueblo lejano huyendo de la muerte, del dolor, de la pobreza y dice: “Aquí me aterró la indiferencia de mucha gente, pero yo soy terca, tenía a mis dos hijos, tuve varios trabajos y mire aquí estoy, conocí personas que me tendieron la mano. Mis hijos estudian y yo estoy terminando el bachillerato los sábados, cuando miro hacia atrás me duele el pecho, y la vida, pero es un dolor diferente, sé que tengo que seguir para adelante”.
Hay seres humanos con coraje y fortaleza para asumir las vicisitudes y las penas, tienen grandes condiciones emocionales que les posibiliten resurgir como el Ave Fénix, repararse y recomenzar su camino a sabiendas de que hacerlo es todo un riesgo, y un desafío; para ellos el pasado sigue en su memoria, sí, pero con una mirada diferente, son conscientes de sus avances, logros y persistencia.
“Tener (tejer con amor y resiliencia) una historia (a pesar de las dificultades o adversidades), poderla contar (volverla arte) y en torno a ella reunirnos (conversar, dialogar y emocionarnos), es encontrar un hilo (vínculo) conductor con el que hilvanar (un rito o un símbolo que conecte) los pedazos de la vida que, sin ella, son fragmentos sin contexto, partes de ningún todo (la violencia)”. Ernesto Sábato.
Remendar la vida es una tarea que requiere paciencia y tenacidad; cada hilo, cada puntada, cada color, es irle dando nuevas texturas a la existencia, con paciencia y fe de carbonero, esa fe que implica confiar en sí mismo y en otras personas tan necesarias para aprender a desarrollar el potencial interior que queda degradado cuando se vive una experiencia dolorosa.
Es necesario diferenciar el dolor del sufrimiento, ante el dolor, está la queja, el llanto, los gritos, las palabras, mientras que en el sufrimiento la persona queda atrapada y no ve salida, ni oportunidades que le permitan gestionar su aflicción, lo que agudiza aún más su estado emocional, por lo tanto hilvanar y reparar, son tareas fundamentales que involucran la voluntad y la responsabilidad, para echarle mano a los recursos internos que se tienen y darse cuenta de los aspectos positivos que le acompañan como gestión indispensable, en la ardua tarea de recuperación, que además consiste en atenuar la influencia y el impacto que el dolor ha dejado en cada sobreviviente.
*Psicóloga, profesora titular Universidad de Manizales.
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