La vida de los abuelos ha cambiado en los últimos años, y esa idea del descanso, de tejer, de pasear, de descansar, de vivir sin afanes, sin medir el tiempo, ya no es la que viven hombres y mujeres en sus hogares.
Dice El Eclesiastés, que en la vida hay un tiempo para todo: un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar, sin embargo para los abuelos que cuidan y trabajan para sostener económicamente a los hijos y a los nietos, ese tiempo no existe, algunos inclusive mueren sin recoger la cosecha.
Una situación que se evidencia en algunas familias, es que por diferentes razones, uno o los dos abuelos jamás estuvo afiliado a seguridad social, lo que torna más complejo el vivir y la forma como se asumen las relaciones.
German abuelo de 62 años, dice al respecto: “Quedé viudo hace cuatro años, los dos trabajábamos y en general las cosas iban bien, cuando mi señora enfermó, todo cambió y al morir ella un hijo me llevó a vivir con ellos, la relación con la nuera de es tirante y siento que solo soy un estorbo, cuando hago arreglitos eléctricos, de agua, compongo una mesa, compro un mercadito, me siento mejor, cuando no lo puedo hacer, ayudo con los niños, los cuido, hago tareas con ellos, pero eso no me hace sentir contento.”.
Es claro que existen varias perdidas en una persona que está viviendo su vejez como German, por un lado está la enfermedad y muerte de su esposa y después dejar su casa, sus cosas, su barrio, sus amigos e ir a vivir a un sitio que si bien es conocido, lo siente extraño y con muy poco calor afectivo.
Los lectores dirán y con razón, que es mejor estar allí que por ahí en cualquier sitio abandonado, sí… también es cierto, que esos dramáticos cambios que hay que afrontar en el camino, tienen altos costos en este caso de tipo emocional.
Existen también abuelos felices de cuidar y apoyar en la crianza de los nietos, lo hacen con toda la energía y por tiempos prolongados, les gusta saber que son útiles y necesarios en las rutinas diarias, esos son motivos importantes para seguir vivos.
José va a clases de baile y pinta, hace unos años dejo de trabajar, a su señora le gusta tejer, jugar cartas y conversar con sus amigas. Él es el cuidador de sus dos nietos y ha arreglado el horario de sus actividades para seguir haciendo lo que le gusta, dice que esta experiencia le permite vivir lo que le falta feliz y con una ternura que no había sentido antes con sus hijos.
Diferentes historias, diferentes familias, sin embargo estas palabras son una invitación para mirar a los abuelos con respeto y consideración. Es doloroso el maltrato y el abuso al que muchos de ellos son sometidos constantemente. ¡Y a estas relaciones se les llama vivir en familia!.
*Psicóloga – Profesora Titular Universidad de Manizales
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