Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
La soledad de las parejas es un tema difícil de abordar, cuando de relaciones se trata. Es un asunto que se oculta y se disfraza ante los demás, -¿Cómo contarle a otros que a pesar de convivir con alguien los sentimientos de soledad son inmensos? -¿Cómo reconocer que hay miedo a expresar estas emociones y temor de contárselo a la pareja?
Y es que aparece el pánico cuando se quieren socializar estas inquietudes, estas angustias, porque de pronto aparecen el rechazo, el conflicto, la confrontación, inclusive la humillación. Algunas parejas deciden vivir juntas a pesar de la soledad que se teje entre ellas, quizás como consecuencia del desgaste de la relación, de la confianza y de la intimidad.
La convivencia es toda una escuela en la cual hay parejas que no pasan de primaria, pierden las asignaturas que tienen que ver con el mundo emocional, mientras otras alcanzan doctorado. Esta metáfora es valiosa para ilustrar lo que sucede al interior de los hogares, en la vida doméstica de dos personas que -a pesar de las vicisitudes- permanecen unidas.
La sensación de soledad tiene que ver con el mundo interior de cada uno, con la riqueza o pobreza de éste, con el cultivo o el abandono, con la siembra y el abono. Esto quiere decir que es una responsabilidad personal e íntima. Lo anterior significa que la pareja tiene sus propias expectativas y no es su responsabilidad, garantizar que el mundo interior de la otra persona con la que se convive, esté enriquecido y satisfecho.
Por otra parte, hay esa sensación de soledad, cuando no hay de qué hablar o las conversaciones se limitan a lo funcional: los gastos, las deudas, los daños o arreglos de la casa, los hijos, los estudios de ellos; conversaciones que no dan espacio para el dialogo de lo íntimo, de lo esencial, de lo importante. No se habla de estos asuntos, por miedo a no sentirse escuchados, ni reconocidos.
Existen también parejas con las que no se puede hablar, se mantienen armadas, listas para el ataque, la justificación, la evasión, la negación, los berrinches, el hostigamiento, la autovictimización, las burlas. En esas circunstancias, planear un encuentro diferente para provocar la expresión de emociones y para evaluar la relación, es imposible.
Cada vez, con mayor frecuencia, el uso de las redes sociales distancia más a las parejas. Hombres y mujeres pasan horas y más horas tomándose fotos para enviar y esperar un “me gusta” o gastan su tiempo escudriñando lo que otros envían; maneras de ocuparse en un mundo banal que impide la conexión emocional consigo mismos y con sus parejas.
De igual forma, es necesario reflexionar acerca de cómo están la autonomía, la autoestima, la autoconfianza y la autorresponsabilidad individuales. Un ser humano que se cultive en su interior y satisfaga las expectativas que tiene acerca de su papel en la vida, dependerá menos de la pareja. Seguro sabrá gestionar, elaborar, discernir, comprender y reflexionar, acerca de sus estados emocionales de manera creativa y significativa, sin responsabilizar al cónyuge de su soledad y equilibrio emocional.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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