Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Algunas relaciones se basan en las mentiras y, a partir de ellas, surge un peligroso juego en el cual terminan afectadas todas las personas involucradas. Se miente para sobrevivir, para hacer daño a otros, para mantener una imagen, para vender un producto, para seducir incautos, para mostrar una cara irreal, para distorsionar una creencia, para disfrazar unos resultados, para obtener beneficios, para engañar, para mantener una relación, para agradar, sabotear, manipular, odiar, para destruir, para culpar a otras personas, para esconder hechos oscuros.
- Se ha preguntado usted, ¿cuántas mentiras ha dicho en el día?
- ¿Qué beneficios ha obtenido de ellas?
- ¿Cómo se podrán sentir las personas a quienes miente?
- ¿Qué pasaría si se sabe la verdad y usted queda al descubierto?
-¿Está en condiciones de ofrecer disculpas y quizás de pedir perdón?
Pocas veces quienes mienten se sonrojan. Para ellos no existe la vergüenza y en estas condiciones es difícil que surjan reflexiones o dudas frente a comportamientos, palabras y actitudes, incluso, no es usual que analicen las consecuencias y, menos aún, que se pongan de manera empática en el lugar de los demás.
La mentira es maltrato, es jugar con la confianza depositada. Hace parte de las trampas emocionales en las que algunos caen, porque también le tienen miedo a la verdad y prefieren seguir en el dolor y el sufrimiento.
“Miénteme, pero no me dejes”, es el clamor de algunas parejas que aunque viven unas relaciones enfermizas y agotadas, no se atreven a tomar decisiones y menos aún a salir de una vez por todas del purgatorio.
Y claro que hay unas mentiras más dañinas que otras, más fuertes, desastrosas, deplorables y viles, como mentirle a una sociedad, a un país, que confía en la honorabilidad de sus mandatarios. Es así mismo doloroso y desafortunado mentirles a los hijos, pues de paso se les está enseñando que en la vida todo se puede lograr sin mucho esfuerzo.
Al observar el perfil de quién miente, puede uno darse cuenta de la habilidad que tiene para persuadir, fingir, lo mismo que para justificar sus acciones o atacar como una fiera, con el fin de desviar la atención. Las personas que se sienten heridas con las mentiras tienen tareas grandes por hacer, encaminadas a cuidarse y a tomar distancia, a apartar a la gente toxica y a ponerle limite a la manipulación, como asunto fundamental para fortalecer tanto su autoestima como su autonomía.
Las personas mentirosas pierden poder cuando se les deja solas, cuando los otros se hastían de las mentiras, de las justificaciones, los ataques, de la astucia para parecer que se arrepienten o del miedo que producen las constantes amenazas.
Y es que para hablar con la verdad, se requiere de responsabilidad, empatía, respeto y compromiso con las personas y las relaciones, valores que son escasos y que cada vez, hacen más falta en un mundo que danza en medio de emociones más perturbadoras y con poca consciencia de su universo interior.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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