El abandono a los hijos no es algo nuevo en esta sociedad, ha existido siempre, inclusive hay épocas conocidas por la crueldad hacia ellos. En nuestra sociedad al abandono se le llama maltrato, palabra que no recoge todo lo que un menor puede vivir y sufrir como consecuencia de las decisiones que toman las personas que supuestamente debían responsabilizarse de sus cuidarlos y brindarles protección. Según las estadísticas, es muy elevado el número de niños abandonados por los papás, por lo cual, es frecuente encontrar a mujeres solas criando a sus hijos, sin embargo el abandono de las madres ha ido aumentando y en algunos hogares son los abuelos quienes a una edad avanzada enfrentan la experiencia de educar y proteger a sus nietos:
“Constanza, tuvo cuatro hijos, dos niños y dos niñas, se dejó del marido y el hombre no volvió a aparecer, dizque se consiguió otra, no sabemos más. Constanza también se enredó con otro tipo y por eso trajo los niños aquí. Dice que tiene que cuidar su relación con el nuevo compañero, los niños pasan días sin verla y nosotros (los abuelos) nos sentimos cansados ya no estamos para este trote”.
Con frecuencia se escucha decir a algunas mujeres que sus nuevos maridos les ponen como condición para seguir con ellas que dejen a sus hijos en otra parte. situación que es aceptada sin ningún reparo, ni reflexión acerca de las consecuencias psicológicas, sociales y de conducta que se puedan generar en la salud emocional y física de los niños que se ven de esta manera expuestos a una realidad cruda y dramática.
Los hijos no deseados mantienen en su memoria emocional diversos recuerdos que en ocasiones precipitan conductas dañinas y ofensivas para ellos mismos y para el mundo que les rodea. La rabia, el inconformismo, los celos, las ansias de venganza, los deseos de herir a los demás con palabras desafiantes, soeces e insolentes e inclusive haciéndose daño así mismos son algunos de los comportamientos asumidos por ellos; otros chicos, en cambio se paralizan y no encuentran fuerzas para afrontar tales hechos, pues sobrepasan sus fuerzas y expectativas.
Seguro que existen muchas explicaciones, excusas y justificaciones para llevar a cabo acciones como las descritas, sin embargo, no podemos pasar por alto que el costo emocional de estos actos pocas veces se elucubra, es más, muchas personas adultas creen que los niños olvidan rápidamente y que no quedan huellas ni heridas para sanar. Así mismo, el desamparo, la desprotección, pueden también abrir la puerta a oportunidades de transformación a pesar de lo adversa que haya sido la experiencia, esto significa que hay testimonios que llaman la atención por el coraje y la capacidad de resistir y superar la adversidad, el enojo y el dolor que producen el abandono.
José Manuel expresa: “Desde pequeño rodé por diferentes hogares, estuve internado, terminé primaria; dónde vivía un día me dijeron que estaba en lista para ser adoptado y alcancé a ilusionarme, pero eso nunca ocurrió, comencé el bachillerato y un día decidí irme a la aventura; cogí café, aprendí a ordeñar, me gustó el campo, y como pude me puse a terminar el bachillerato, conocí a una profesora que me dio la mano y mucho apoyo, luego aprendí mecánica y hoy tengo un taller, a veces me da nostalgia y cuando siento esto, pienso en todo lo que he superado y me alegro, ya tengo una hija y con seguridad afirmo que hoy ella, me da impulso y es mi fuerza”.
Hay personas que superan las experiencias dramáticas de su vida y a pesar de que su autoestima, confianza, ilusiones, necesidades, se han visto afectadas de manera aguda por todos los traumatismos sufridos, han tenido también la capacidad y el valor para salir airosos de estas experiencias.
Boris Cyrulnik, uno de los investigadores más importantes sobre resiliencia, en el libro: La Maravilla del Dolor, afirma: “Los caminos empantanados tornan más deseable el alba espiritual y más tenaz la exigencia de un ideal”. En el caso de José Manuel, con sus heridas y tristezas, la falta de amor y de cuidado, ha avanzado por su vida y ha aprendido a ser mejor ser humano, a dar amor y a cuidar a otros, a pesar del abandono. Ésta es una sociedad que requiere humanizarse más, así el mundo sería más humano, sobre todo si los padres y las madres no condenaran a sus hijos al abandono. En todo caso podríamos concluir que hay actos de dolor que no tienen ninguna justificación.
Psicóloga
Docente Universidad de Manizales
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