Cuando alguien decide quitarse la vida y lo logra, deja innumerables interrogantes en su familia y personas cercanas. Infinidad de preguntas quedan sin respuesta y que van configurando un pesado fardo que es difícil de cargar. La muerte así, es un hecho que intimida y deja atónitos y sin palabras a quienes le sobreviven; desencadena múltiples emociones y sentimientos que irrumpen en la mente de los seres queridos como un volcán en erupción.
Magnolia, madre de Jaime un adolescente que se quitó la vida, decía que no entendía de dónde le salían tantas lágrimas, tenía rabia con el mundo entero, rabia de ver a otras mamás con sus hijos en las reuniones del colegio o los fines de semana caminando por las calles, a veces quería pensar que su hijo estaba en un torneo y que regresaría al atardecer como en otras oportunidades, mentiras que ella se decía, para paliar un poco el dolor.
Esta tragedia se ve reflejada en los dolientes, es una afectación que quiebra la historia de la familia y de los amigos, es un dolor que se refleja en el cuerpo, la mirada, las palabras, los gestos, es una aflicción muy difícil de explicar. La sorpresa por el suceso torna más amarga esta experiencia, máxime cuando aparentemente no se tenían antecedentes que permitieran pensar que podría ocurrir un suceso de esta naturaleza.
Sin embargo, en entrevistas posteriores a los hechos, los familiares recuerdan ciertos eventos extraños, eventos a los que no les dieron ninguna importancia en ese momento. Y ante argumentos como éstos, es necesario afirmar, que no todos los cambios emocionales son síntomas de que algo no está funcionando bien, la tarea es estar alerta y pedir ayuda cuando se crea conveniente.
Existen algunos rasgos que deben tenerse en cuenta, muy especialmente en cuanto a los comportamientos y relaciones que pueden provocar o abrir la puerta a una conducta suicida. Algunas de estas manifestaciones son por ejemplo: Labilidad o fragilidad emocional, conductas agresivas hacia las demás personas o actos autoagresivos, pobres habilidades para resolver problemas, baja tolerancia a la frustración, asumir que es rechazado por el medio social, la familia, los compañeros y directivas del colegio, el espacio laboral, ambivalencia acerca de su identidad sexual, miedo al futuro, fracaso académico, laboral o económico, pobres relaciones de pareja, baja autoestima, fuertes y constantes sentimientos de soledad y desprotección, acosos o burlas de algunas personas, uso y abuso de sustancias psicoactivas, mezcla de alcohol y medicamentos, antecedentes familiares o genéticos, gratificaciones rápidas, a lo que se suma un alto nivel de estrés y el deseo recurrente de acabar con el malestar y el sufrimiento.
Son muchos los sucesos que pueden desencadenar un acto suicida y aunque no es fácil estar siempre de observador y alerta, es trascendental saber que hay avisos que deben movilizar acciones preventivas o de oportuna atención que involucren a familiares y amigos, ya que éstos son muy importantes como red de apoyo, cuando son evidentes tales comportamientos, de tener en cuenta las circunstancias que los generan. Es muy importante también anotar, que hay suicidios que ocurren de manera impulsiva, es decir, no premeditados, lo cual puede estar asociado a la dificultad para adaptarse a algunas situaciones, o a la búsqueda frecuente de emociones fuertes y conductas, dónde la persona se desinhibe y tiene un pobre principio de la realidad que los circunda.
El suicido de una persona querida o apreciada por los demás, es una experiencia que genera miedo y agobia de manera abrumadora a los dolientes. Aunque algunos de ellos expresan que respetan esta decisión, hay familias que quedan con una huella emocional muy grande, más aún cuando hablan desde la rabia o la culpa; en momentos así se escuchan preguntas como: ‘¿Por qué nos hizo esto?’ ‘No le perdonaré jamás, que haya tomado esta decisión’, ‘Tanto que le pedí que buscáramos ayuda y me sale con esto’, ‘¿Qué van a decir los amigos de nosotros?, seguramente pesarán que fuimos una mala familia’. El apoyo a un hogar en duelo por suicidio, comienza por aclarar algunas ideas que se han tejido alrededor de esta penosa vicisitud, lo cual se hace poco a poco como dice el doctor J. Montoya Carrasquilla: "es aprender a separar la causa de la muerte de la persona muerta. Es pensar más en lo que fue la vida del ser querido, que en el suceso mismo de la muerte". Algo que al principio es realmente difícil, más no imposible de conseguir.
Psicóloga
Docente Universidad de Manizales
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