Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Mucho se está hablando por estos días de la familia, se han visto pancartas, trinos, videos, mensajes educados, frases vulgares, columnas interesantes, gritos, amenazas y algunas personas ‘rompiéndose las vestiduras’ por el tema. Mucho de lo dicho, se expresa de manera impulsiva, sin asomo de reflexión, sin leer, sin entender, motivados por el odio que es una fuerza que desafortunadamente mueve a una gran parte de los habitantes de este país.
La imagen de familia asociada con el matrimonio heterosexual (hombre y mujer), el propósito de procrear, ser padre y madre, educar a los hijos y vivir en el mismo hogar; enfrenta cambios. La Corte Constitucional reconoce los matrimonios heterosexuales y homosexuales.
La decisión de no tener hijos, el número de los mismos, ser padre y madre, también aparecen como una decisión individual y no necesariamente vinculada a la pareja; también encontramos la opción de la adopción y hay participación de otros parientes y personas en la crianza y el cuidado de los hijos. En resumidas cuentas, hay diversidad de organizaciones familiares.
Hablar de la familia conformada por un padre, una madre y sus hijos, no es garantía por sí misma de unidad familiar, ni de una educación adecuada a la dignidad humana, tampoco de la formación de seres responsables y éticos.
La experiencia de vida se construye diariamente, se teje con muchos hilos. La conversación, el encuentro cotidiano, la capacidad de escuchar y de ser escuchado son los motores de los vínculos emocionales y afectivos que circulan en el ámbito familiar.
Un panorama que no corresponde con los datos que presenta Medicina Legal. Como lo anunció el diario El Tiempo el 7 y 8 de agosto en su editorial Hogares que son infiernos: “…en el 32,88% de los casos el agresor fue el padre, en el 30,69% la madre, y en el 42,36% un familiar…” y “el hogar es un gran epicentro de violencia”. También se refieren a un informe de la institución el cual “advierte que uno de cada tres asesinatos (3.938 casos) se dio en celebraciones, fiestas, reuniones de familia”.
Y sí, los mayores porcentajes de violencia señalan al padre y a la madre como los causantes, pero la sociedad en general, idealiza la llamada familia nuclear como la familia normal; y desconoce que hoy miles de mujeres crían a los hijos sin la figura del padre. Que ellos son, en muchas ocasiones, solo proveedores genéticos.
Entonces, ¿de cuál familia se está hablando?, ¿el asunto de una educación ética y responsable para los hijos y de una convivencia familiar digna para todos los integrantes de la familia depende de la presencia del padre y la madre? o ¿depende de la capacidad de construir una vida cotidiana respetuosa de la diversidad y la diferencia que existe en el mundo familiar?
Hace falta trabajar de manera decidida los valores como columnas fundamentales de cualquier organización y relación, además, de asumirlos como puentes en el encuentro con los otros y como una manera de hacer más digna la existencia de todos los seres humanos.
Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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