La leche materna gracias a su contenido de lactosa (azúcar de la leche), tiene un característico sabor dulce. Así resulta imprescindible que el recién nacido prefiera la leche materna, a otros alimentos. Por ello, nacen con la capacidad innata de reconocer los diferentes sabores : ácido, salado,amargo y dulce. Al tener en cuenta esto se evita caer en equívocos cuando al bebé le ofrecen diferentes sabores y entre todos ellos prefiera el sabor dulce de la leche.
Este también es uno de los sabores característicos de los alimentos con más calorías y como estass son imprecindibles para que el niño crezca, ello explicaría que la preferencia de los alimentos dulces, siendo mayor en las etapas de crecimiento y se disminuye cuando finaliza la adolescencia, que coincide con la disminución del desarrollo físico.
También ejerce un poder analgésico en los bebés. En estudios científicos se concluyó que es seguro y efectivo dar algo con azúcar a los niños cuando se les realizan procedimientos tales como la punción del talón o la aplicación de inyecciones, ya que eso reduce el dolor de forma significativa.
Como todos sabemos en nuestro entorno existe una amplia oferta de estos alimentos, pero poco nutritivos, esta característica no ocurre en la naturaleza, tanto la leche materna como las frutas contienen cierta cantidad, nada exagerada, de azúcares, pero a la vez portan numerosas sustancias protectoras como inmunoglobulinas ,en el caso de la leche materna o fibra y sustancias fitoquímicas en la fruta fresca. La Organización Mundial de la Salud recomienda que el consumo de azúcares simples tanto para niños como adultos sea del 10 % o menos del total de la energía del día. Por eso en los primeros años se dan los alimentos al natural, cuando se les han dado con mucha azúcar siguen consumiéndolo así facilitando el presentar enfermedades crónicas relacionadas con esta ingesta.
Para resolver esta situación hay que implementar políticas que se traduzcan en una población más y mejor informada. No olvidemos que el patrón de alimentos de los padres es decisivo para que sus hijos no sólo se familiaricen con el consumo de comida sana,sino también para que tengan un buen ejemplo a seguir y ampliar en la infancia el abanico de sabores que ha sido restrictivo por los hábitos que traen los padres. Por eso cuando los niños pequeños no quieren verduras la primera explicación, muy conocida en el ámbito científico, es que estos alimentos aportan pocas calorías. Es algo que detecta con gran eficacia el paladar del niño, que prefiere otros alimentos más energéticos, que le ayudarán de forma eficaz en su crecimiento y desarrollo.
Los recién nacidos arrugan la nariz,sacuden la cabeza,agitan sus brazos y fruncen el ceño cuando se les exponen al sabor amargo .Es un ligero rechazo que va disminuyendo con los años lo protege de la ingestion de venenos en la infancia,
La " neofobia alimentaria" - rechazo instintivo de los pequeños a algunos alimentos- se suele recomendar a los padres exponer a sus hijos de forma repetida a los alimentos que en un principio no quieren,siempre sin obligar, ni presionar al menor, porque ello puede aumentar las posibilidades de que acaben por aceptar dichos alimentos y para eso se requiere "paciencia" como punto de referencia. Las posibilidades aumentan si la madre consume más frutas y verduras durante el embarazo (en la semana 26 se inicia la instauración de ellos así el bebé se acostumbra a los diferentes sabores) y si los padres las ingieren de manera habitual.
*Nutricionista Dietista Clinica Universidad Nacional de Colombia Educadora acreditada en Diabetes
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