Elizabeth Ortiz Palacios * saludablearas@yahoo.com.co
Los alimentos más placenteros pueden moldear nuestra ingesta, ya sea en condiciones de hambre o saciedad. Saborear los más apetitosos puede darnos una enorme satisfacción y es cuando entran en juego los alimentos con muchas calorías o los alimentos salados.
Los seres humanos tendemos a consumir sustancias dulces y saladas, más allá de la necesidad de reposición energética, mientras que evitamos las sustancias amargas o agrias, un comportamiento, que incluso, se produce entre animales privados de comida.
Estas elecciones se justifican mediante una explicación adaptativa: los sabores dulces, grasosos o salados nos indican que los alimentos que los contienen nos aportan nutrientes importantes para la supervivencia.
La densidad energética hace referencia a la cantidad de energía disponible en un alimento o bebida en cien gramos. De este modo las verduras aportan pocas calorías, menos que el chocolate o la panela.
¿Cual es la razón para consumir de manera generosa alimentos con alta densidad calórica?
Su consumo genera, sin duda, efectos gratificantes y nuestro cerebro nos envía mensajes para que sigamos consumiéndolos. En ocasiones por encima de nuestro apetito, nuestra tendencia innata a seleccionar alimentos ricos en grasa y azúcar, se explica gracias a mecanismos de adaptación que permitieron sobrevivir en condiciones de escasez (es lo que ha vivido el ser humano a lo largo de la historia).
Así, la actual abundancia y accesibilidad de esta clase de alimentos, en muchas partes del mundo, promueven su excesiva ingesta, lo que se traduce en consumo exagerado de calorías y el consiguiente aumento de peso.
También los estudios concluyeron que los procesos neuronales, que regulan la motivación de comer, pueden en algunas personas anular las señales de saciedad.
En dichos procesos influyen los alimentos ricos en azúcar y grasa; ya que generan respuestas neuronales que fortalecen el futuro comportamiento dirigido hasta estos alimentos, a la vez que debilitan las señales cerebrales que nos invitan a dejar de comer un alimento concreto.
Ello se convierte en una bomba de tiempo al rodearse al cerebro de señales que invitan a comer y le recuerdan cómo, dónde y cuándo puede consumirlos, como sucede en la actualidad.
* Nutricionista y dietista clínica de la Universidad Nacional de Colombia. Educadora acreditada en diabetes.
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