Elizabeth Ortiz Palacios * saludablearas@yahoo.com.co
Dejar de comer no es un capricho, por el contrario, puede tratarse de una enfermedad: anorexia. Tampoco comer de manera compulsiva es un vicio pasajero, puede ser bulimia. Ahora se sabe que rechazar un conjunto de alimentos o ser muy selectivo con los que conforman la dieta -aun arriesgando la salud- también es algo más que un antojo.
Sucede que tal cosa, al considerarse como un comportamiento que puede confundirse con mala educación o con niños consentidos, quedaba oculta hasta que sus consecuencias nutricionales obligaban a activar protocolos de trastornos alimentarios.
Dada la tardanza del diagnostico, el enfermo puede llevar años de padecimiento del trastorno alimentario y sufrir de desnutrición, retardo del crecimiento y bajo rendimiento.
El problema que la persona tiene con la alimentación selecta le lleva a no obtener suficiente nutrición, aún pudiendo tenerla. Es decir, pese al acceso, el rechazo manifiesto hacia la comida, favorece unas condiciones deficientes en cuanto al aporte energético y nutricional.
El rechazo es activo. Cuando alguien se niega a ingerir grupos de alimentos con conciencia, se da por el miedo, el asco, la intolerancia a olores y colores, a sabores, a texturas. Allí la elección de porciones muy pequeñas e insuficientes, se imponen en la alimentación. Esta restricción puede desembocar en una anorexia nerviosa.
Se puede perder peso o aumentar, pero como es una enfermedad con principal incidencia en la infancia y la adolescencia, lo seguro es que repercutirá en el estado nutricional, en el desarrollo y en el rendimiento escolar. Además, si no se trata, se arrastrará a la juventud y a la edad adulta, lo que influirá en la consecución de una vida sana, equilibrada, satisfactoria y plena.
¿Cómo reconocerla?...todos empiezan preguntando. También...¿cómo se alimenta un niño? y ¿cuánto y qué come?. Esto conforma el cuestionamiento básico de una revisión nutricional en la infancia y la adolescencia. Lea las respuestas y preste atención a los siguientes síntomas:
* Comienza en edades muy tempranas. Conforme pasa el tiempo, se afianza y no mejora. El estado de ánimo, al contrario que con la anorexia y la bulimia, no se ve fuertemente alterado. Sin embargo, el miedo al atragantamiento y a sufrir alguna alergia, así como la necesidad de elegir, es inherente a esta patología.
* La pérdida de peso puede ser una consecuencia, pero ante todo, la persona manifiesta una imposibilidad por aumentar de peso o un retardo del crecimiento y desarrollo.
* La deficiencia nutricional es significativa.
* El rechazo a un alimento o a un conjunto de alimentos no se justifica porque haya carencia o desconocimiento cultural del mismo. Por ejemplo, dice que no le gusta que la comida lo mire (el pescado) o ver el cadáver girar (pollos en el asadero).
* El trastorno alimentario se produce como una patología en sí misma.
Nos encontramos ante un nuevo trastorno alimentario. Conocerlo, nombrarlo y tenerlo presente, ayudará a limitar su presencia, anticiparse a cuadros severos y a facilitar la curación de quienes lo presentan.
* Nutricionista y dietista clínica de la Universidad Nacional de Colombia. Educadora acreditada en diabetes.
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