Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Quitémonos la máscara. El crítico destructivo no puede desplazar al analista mesurado y objetivo; pero este, a su vez, no debe taparse los ojos con una venda ante la evidencia de lo sucedido en la Copa América, asistido de un falso nacionalismo o movido por intereses comerciales. Lo preferido es discrepar sin insultar, ridiculizar, o llegar al canibalismo extremo en el desahogo.
A la Selección se le cuestiona su discreto papel en Chile, de donde regresó con las manos vacías, sin ratificar las razones de su favoritismo.
Colombia no encontró en la competencia su talento individual y cada partido lo convirtió en un intercambio de golpes menospreciando la pelota, sin aciertos en la zona de gol, en perjuicio de su estilo.
Un escándalo mayor en los resultados lo evitó David Ospina, con acrobáticos lanzamientos, rebosante de reflejos, en el cuidado de la portería. La adulación y la sobre exposición pública publicitaria, desconcentraron el equipo.
Pékerman perdió el rumbo por la confianza extrema en los futbolistas, algunos escogidos sin acierto. Entró, el seleccionador, en un plan de comodidad, el que transmitió a sus dirigidos, conformista al máximo en sus métodos y sus objetivos. El miedo, su miedo, fue una tenaza al planificar los juegos.
Sus dibujos tácticos fueron débiles, su equipo perdió el oficio que lo distinguía y las soluciones aplicadas, en crisis de rendimiento fueron tan confusas, que no modificaron los resultados.
Seguro es que Pékerman goza aún de la simpatía de los aficionados, pero su crédito se ha reducido, lo que le obliga a replantear su proyecto, para evitar males mayores en la eliminatoria que se acerca.
Lo conseguirá aprovechando al máximo los partidos de fogueo, que no son un simple trámite, con mayor intensidad y calidad en el trabajo y una apropiada elección de sus futbolistas, hecha sin paternalismos.
La fe corre por las venas del hincha, que es consiente de que, así hayan fallado, los jugadores nuestros volverán a su estado natural, porque tienen fuelle para ello. Es la mejor manera de fortalecerse en la derrota.
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